En el más que interesante blog de Jony Benítez (Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, qué título fabuloso) leímos y comentamos hace algunas semanas una entrada que pedía discusión y propuestas acerca del psicoanálisis. Retomando el comentario que allí hicimos, diremos que nuestra relación con el psicoanálisis es un tanto ambigua. Nos ha interesado mucho, lo hemos estudiado algo y lo hemos experimentado, como pacientes, un poco. Como decía Freud (porque para hablar de psicoanálisis es imprescindible citar al Padre) nos encontramos a la vez con un método, una teoría y una técnica psicoterapéutica. Y creemos que es importante señalar a qué aspecto nos estamos refiriendo cuando hablamos de psicoanálisis.
La teoría psicoanalítica, freudiana primero, luego completada / modificada / distorsionada por distintas corrientes (donde destaca, al menos en nuestro entorno, el psicoanálisis lacaniano) nos parece sumamente interesante. Una construcción teórica impresionante, de gran brillantez, pero que creemos adolece de ciertos problemas. Como señalan Luque y Villagrán en su imprescindible libro Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias, la teoría psicoanalítica no puede considerarse científica porque, siguiendo las tesis de Popper, no es falsable. Es decir, no se puede señalar un experimento en el que alguno de sus resultados posibles contradiga y demuestre falsa la teoría. La teoría de la gravitación es científica porque es falsable, es decir, si el peso que tira Galileo desde la Torre de Pisa en vez de caer se quedara flotando, la teoría de la gravitación se derrumbaría. El psicoanálisis, por el contrario, atribuiría el resultado a alguna resistencia inconsciente del peso. El psicoanálisis es capaz de interpretar cualquier resultado (y su opuesto) dentro de sus propios parámetros, tendiendo además a tratar al mismo nivel epistemológico los hechos y las interpretaciones de los hechos, lo que lleva, creemos que puede decirse así, a edificar castillos (teóricos) en el aire.
De todas maneras, que no cumpla los parámetros de la ciencia positiva, no significa que no sea una teoría interesante o útil. Tampoco la antropología o la sociología son ciencias positivas (posiblemente tampoco la psicología cuando deja de observar ratas y se dedica a sujetos humanos). La teoría psicoanalítica no es predictiva (como debe ser la ciencia), sino postdictiva. No predice nada pero lo explica todo. Y esto no es un vicio, sino una virtud. A pesar de que originalmente el psicoanálisis surge dentro de una filosofía objetivista, valorado desde una constructivista más acorde con los parámetros filosóficos asociados a la posmodernidad, se convierte en algo tremendamente útil para aportar narraciones posibles acerca del malestar del paciente, que pueden resultar potencialmente útiles en el alivio de dicho malestar (o tal vez no).
Como método de interpretación, su valor heurístico es, también en nuestra opinión, incalculable. Sus interpretaciones (no entendidas en términos de verdad/falsedad sino, en los parámetros posmodernos a que antes hacíamos referencia, de utilidad/inutilidad) pueden ser de gran valor para entender distintos fenómenos, para aportar posibles narraciones, posibles historias, acerca de cuestiones muy diversas, que van desde el malestar de un sujeto, al mensaje de una obra de arte, al desarrollo de una civilización o los entresijos de un sistema sociocultural... Es gracioso oír a algún profesional del gremio comentar enfáticamete acerca de la muerte del psicoanálisis, mientras que éste es una herramiento de primer orden en gran parte de las llamadas ciencias sociales (con las que limita la psiquiatría tanto como con la neurología, tan querida a muchos de nuestros coetáneos). Citando a Mark Twain, el psicoanálisis podría decir: al parecer, las noticias sobre mi muerte fueron un tanto exageradas...
Y, en tercer lugar, el psicoanálisis es una técnica psicoterapéutica. Una técnica que ha tenido enormes y variadas evoluciones, hasta llegar a impregnar muy distintos tipos de psicoterapias: expresivas, de apoyo, breves, etc., etc. Pero querríamos detenernos en el modelo clásico: el psicoanálisis ortodoxo, tal como lo concibió Freud, lo modificó ligeramente Lacan y se lleva a cabo hoy en día en diferentes ámbitos privados. Creemos en su utilidad para el autoconocimiento (faltaría más que en años hablando de ti, de ti y de ti, no se conociera uno más), con la duda de si es una terapia sólo para narcisistas o si uno se vuelve narcisista durante su desarrollo. Pero no tenemos mucha fe acerca de su eficacia (aunque es cierto que en este momento de nuestra vida profesional, tampoco tenemos muy clara la eficacia de la psicoterapia en general, no en cada caso individual donde seguro que algo aporta, sino en su razón de ser como parche social, como plantea, o así lo hemos entendido nosotros, Guillermo Rendueles en una muy interesante entrevista).
Jay Haley, en su histórico libro (que cualquier profesional debería conocer) titulado Las tácticas de poder de Jesucristo, dedicaba un capítulo al arte del psicoanálisis, y nos ha parecido siempre muy revelador (irónico e incisivo, pero revelador). Pasamos a resumirlo a continuación:
Haley afirma que, en cualquier relación humana, cada persona está constantemente maniobrando para colocarse en posición superior respecto a la otra persona de la relación, para estar por encima. Esta "posición superior" no se refiere necesariamente al nivel social, económico o intelectual, sino que es un término relativo que se define y redefine continuamente a lo largo del proceso de una relación.
El psicoanálisis es un proceso psicológico dinámico que involucra a un paciente y un psicoanalista. Durante dicho proceso, el paciente aparentemente asume que el psicoanalista está por encima, pero intenta desesperadamente colocarlo por debajo, mientras el psicoanalista, por su parte, insiste en que el paciente permanezca por debajo para, supuestamente, ayudarle a que aprenda a colocarse por encima. El encuadre de la terapia psicoanalítica consigue que la posición superior del analista sea prácticamente invencible: es el paciente el que acude voluntariamente en busca de ayuda y, además, paga por ello. Pero, a lo largo de la terapia, los pacientes pueden llegar a ser muy hábiles desarrollando ingeniosas jugadas para colocarse por encima.
La posición detrás del diván del analista hace que todo lo dicho por él adquiera una importancia exagerada, ya que el paciente no tiene forma de determinar los efectos que produce en él. El arma del silencio pertenece a las jugadas de desamparo o "negarse a presentar batalla": el analista no devuelve los golpes del paciente, que sólo sentirá culpa por haber golpeado, junto a la incómoda sospecha de que el desamparo está calculado. A menudo un paciente descubre la efectividad de la jugada del silencio y prueba a utilizarlo, intento que termina de inmediato cuando se da cuenta de que está pagando una gran suma de dinero por estar callado sobre un diván. Existen también maniobras del analista dirigidas a provocar dudas en el paciente, que le llevan a la posición por debajo. Estas maniobras se basan en respuestas tan sencillas como "¿ajá?" o "me pregunto si realmente siente eso...". La duda se vincula con "la jugada del inconsciente", que es la manera más efectiva de hacer sentir inseguro al paciente. El analista le señala que operan en él procesos inconscientes y que se engaña si piensa que realmente sabe lo que dice. Cuando el paciente acepta esa idea, sólo puede confiar en que el analista le "ayude a descubrir" lo que realmente quiere decir, quedando en la posición por debajo.
El analista señala la importancia de la asociación libre y los sueños, lo que deja de nuevo al paciente en la posición inferior ya que no es posible maniobrar para estar por encima cuando se asocia libremente o se cuentan sueños, ya que inevitablemente aparecen los comentarios más absurdos. Todos los intentos de poner por debajo al analista se interpretan como resistencias al tratamiento: si éste fracasa, la culpa la tiene el paciente. Cuando el paciente comienza a ser crítico con el analista y amenaza con un enfrentamiento abierto, entran en acción otras jugadas, como concentrarse en su pasado. Inmediatamente, se dedicarán a examinar la infancia del paciente, sinque éste se haya dado cuenta de que el tema ya ha cambiado.
Una de las limitaciones de las jugadas psicoanalíticas aparece con los pacientes psicóticos. Éstos no van voluntariamente, no se interesan por el dinero, no aceptan el diván y la estructura de la situación analítica puede llegar a irritarlos. Cuando las jugadas analíticas se usan en su contra, es posible que el psicótico destroce el consultorio y patee al psicoanalista en los genitales (esto se llama "incapacidad para establecer la transferencia"). Las jugadas psicóticas de este tipo incomodan al analista corriente, que suele evitar a estos pacientes.
Esta habilidad de los psicoanalistas en el estar-por-encima trae aparejados extraordinarios problemas cuando los analistas compiten entre sí en las reuniones de sus asociaciones. En ninguna otra reunión de personas se exhiben formas tan complicadas de obtener superioridad. La mayor parte de la lucha se desenvuelve en un nivel más bien personal, pero el contenido manifiesto revela intentos repetidos para demostrar quién estuvo más cerca de Freud y lo puede citar con más frecuencia, y quién puede confundir a mayor cantidad de gente con su atrevida extensión de la terminología freudiana.
Las jugadas del analista y del paciente aparecen de forma determinada durante el curso de un tratamiento típico, aunque los casos individuales varían según las maniobras usadas por cada paciente (llamadas "síntomas" por el analista cuando son jugadas que ninguna persona sensata utilizaría). El paciente comienza su análisis pidiendo ayuda (posición por debajo) y de inmediato intenta colocar por debajo al analista demostrándole su admiración. Cuando el paciente se encuentra colocado continuamente por debajo se muestra malicioso, insultante y amenaza con dejar el análisis. El analista permanece en silencio o reacciona de forma impasible e impersonal. Al ver frustrada su agresión, el paciente se da por vencido y vuelve al analista el control de la situación. El análisis va oscilando entre los elogios y los desafíos al analista y el paciente va mejorando en la aplicación de sus jugadas. Aun así, si el analista conoce su trabajo puede obtener una posición ventajosa a lo largo de muchos años. Por último, ocurre algo sorprendente: el paciente intenta colocarse por encima una vez más y el analista lo coloca por debajo, pero esta vez no le importa. Ya no le interesa quién de los dos controla la situación, es decir, está curado. El analista entonces lo despide, anticipándose a que el paciente anuncie que se retira. Y así se lleva a cabo el difícil arte del psicoanálisis.
Y hasta aquí el resumen del texto de Haley. De todas maneras, cuando se ataca al psicoanálisis desde otras orientaciones psicoterapéuticas, recuerda uno vagamente unas palabras de Javier Krahe refiriéndose al catolicismo, que podríamos parafrasear así: Hombre, no cree uno en el psicoanálisis, que es la religión verdadera, como para creer en una de las falsas.
Y como decía el mismo Haley, en otro capítulo del mismo libro, al respecto del farmacologicismo que dominaba con puño de hierro (y sin guante de seda) unos años después de escribir el trabajo que hemos resumido (y hasta nuestros días): ahora echo de menos a aquellos psicoanalistas, que por lo menos escuchaban a sus pacientes...
Me han llegado a "acusar" compañeros de profesión, de psicoanalista, al comprobar que en mi consulta me siento en sillones y sin mesa de despacho de por medio. Yo recibo orgulloso el "insulto" y contesto que para moverme en el mundo descerebrado e ignorante de la psicología congnitivo-conductual imperante, o del biologicismo, prefiero que se me acuse de psicoanalista, dado el bagaje cultural que posee, y la influencia histórica que ha tenido.
ResponderEliminarMe parece de gran valor dotar de narraciones al síntoma. Aunque esas narraciones no sean científicas o acertadas, es un mal menor,a ceñirnos a tratar con las señales como si fueran entidades que todo lo explican y que todo lo justifican.
Al margen de la validez de las narraciones que aporta el psicoanálisis, me parece que todo lo que sea hablar de la vida, de la propia vida, y especialmente de la propia RESPONSABILIDAD, de la identidad, de las opciones existentes y las escogidas, son cuestiones básicas que sin no son abordadas en psicoterapia, sea psicoanálitica o no, raramente podrá ser de utilidad para el paciente.
"Las tacticas de poder de Jesucristo", que en realidad en un conjunto de ensayos de Jay Haley donde figuran algunos como "El arte de fracasar como terapeuta", es de lectura absolutamente imprescindible y veo que en eso, como en otras tantas cosas, coincidimos.
Saludos prolacanianos...
Que maravilla....
ResponderEliminarUff tengo que pensar un poquito. Pero lo que voy a intentar desarrolaar es esta cosa de las posiciones subjetivas, "arriba, debajo" como algo preeestablecido en cualuier consulta. Simplemnete el psicoanálisis lo usa, no lo evita.
A ver como lo cuento.
Muy bueno. Impresionante.
Me dejais el cerebro alquilado unos dias.....
El problema no es que se dé una crítica del psicoanálisis, el problema es que el psicoanálisis suele mostrar, junto a una proverbial resistencia (quizá no tan inconsciente) a las críticas, una ausencia llamativa de sano sentido autocrítico.
ResponderEliminarNo es cuestión de cientifismo. La actitud racional más básica ante cualquier campo de conocimiento exige que este sea, entre otras cosas, objeto de crítica sistemática. Rechazar este principio no coloca a los defensores de un saber dado fuera del ámbito de la ciencia, sino del de la propia razón. Los arroja en manos de la dogmática, y de esta sabemos, sin necesidad de recurrir al psicoanálisis, que por naturaleza suele esconder bajo su falso manto de rigor una mezcla perfecta entre fe ciega y espíritu de imposición, elementos que la convierten en la herramienta perfecta para cualquier estrategia sectaria.
Cuando se trata con cualquier aspecto de la realidad, máxime si se habla de la salud del ser humano, la actitud acrítica comporta una doble irresponsabilidad, intelectual y moral. El realismo (base teórica, entre otras epistemologías, de la ciencia positiva) es, ante nada, respeto por el objeto de conocimiento en cuanto a tal y, al margen de consideraciones axiológicas a posteriori, reconocimiento del valor que entraña en su propia naturaleza. Si la teoría falla, no es problema del objeto, sino de quién teoriza. No es racionalmente responsable, en el sentido en el que la responsabilidad conlleva la asunción de los propios errores, esa teoría que fuerza al objeto a ajustarse a sus dictámenes so pena de ser excluido.
Desde el punto de vista deontológico, y por mucho que resulte indiscutible el valor técnico de la construcción de narrativas en la relación terapéutica, resulta negligente el olvido de su capacidad de ocasionar efectos yatrógenos, y el descuido a la hora de controlar de modo riguroso, si no su eficacia, al menos su inocuidad. No es algo tan ingenuo como pueda parecer a primera vista, existen narrativas tóxicas, y a poco que hagamos memoria, todos nosotros recordaremos ejemplos. En este sentido, la crítica exhaustiva del propio método es la mejor garantía que podemos ofrecer al paciente sobre nuestro interés genuino en cuanto a la consecución de beneficios terapéuticos reales. ¿Proporciona el psicoanálisis, junto a su plétora de técnicas y teorías, los recursos metodológicos que posibiliten la corrección de sus propias afirmaciones? ¿Los pone al servicio de eventuales jueces externos?
Por fortuna, todos los psiquiatras que hablamos con nuestros pacientes (es decir, la mayoría, no sólo un selecto grupo de iluminados incomprendidos) sabemos que existen, más allá del psicoanálisis, otros modos más honestos y rigurosos de favorecer en ellos la comprensión de sus procesos vitales. El psicoanálisis no ha muerto, pero está enfermo, y lo está desde su propio nacimiento.
El psicoanálisis....la división como método teoría y técnica me parece muy interesante. Hay más. Freud habló y sus teorías siguen. Lo que han hecho con ellas es otra cosa, lo que él mismo interpretó a veces pueden ser errores pero que "teoretizó" un inconsciente que ya no podemos negar (míralo como Milton Erikson, míralo como Jung, pero no puedes negarlo... )
ResponderEliminarHabló sobre la sexualidad infantil, sobre que los bebes deseaban... y que allí comenzaban a crearse los adultos. ¿quién lo niega ahora?(la vida personal de Fliess es otra historia que pertenece al genero prensa amarilla y no a la historia de la filosofía)
Creó 200 términos que se utilizan... y de una teoría complicada surgieron slogans empobrecedores que sirven como excusas, pero eso les pasa a las mejores filosofías.
Por cierto, con el psicoanálisis se pueden realizar predicciones, e incluso acertar.
El psicoanálisis ni ha muerto ni morirá como no morirá la cueva de Platón ni el atomismo de Demócrito, porque las teorías o se olvidan o se modifican hasta ser irreconocibles pero no mueren.
-Cada uno habla del psicoanálisis según le va, - no hay psicoanalisis sino psicoanalistas- pero como "posición" teórica, conocimiento desde el que buscas y encuentras motivos, desde el que establecer una relación - esto quizás merece más explicación pero creo que ya sabéis de que hablo- si no caes en una ortodoxia paralizante es una de las mejores situaciones.
Seguro que todos los psiquiatras hablan con sus pacientes, otra cosa es que toleren lo que oigan o que su corpus teórico les permita hilvanar lo que ven y oyen en un relato coherente. El "psicoanálisis" -las comillas es porque casi me resulta molesto el término de puro corrupto y atacado- es muy honesto y riguroso si se tiene en cuenta que el "psi" ha de supervisar casos difíciles, ponerse en terapia, y estudiar. El "psicoanálisis" es una teoría muy enriquecedora si la ponemos en distancia, -como Platón es muy útil si lo ponemos en distancia-. No estamos en la Viena del siglo XIX ni en la Grecia clásica, pero el ser humano no ha cambiado tanto.
Es complicado resumir todo lo que nos aporta el psicoanálisis como terapeutas y como personas, y todo lo que nos quita si nos aferramos a él como si fuera la Verdad, como si el superego fuese una víscera que se puede tocar.
Ah y sobre la autocrítica recordar que Freud lanzaba una teoria, la comprobaba en l clínica, la discutia, la renovaba, la cambiaba, la volvía a comprobar, la volvia a rehacer, reconocía su error, la volvía a comprobar,.. como un científico. Era un señor con una gran autocrítica. como muestra en su obra. Si viviese seguiría corrigiéndose, no caería en la autocomplacencia en la que vivimos ahora (sin paro ni criticas mayoritarias)de la "psi" actual
Disculpad la extensión y la vehemencia en algún tramo.
Un abrazo y gracias por el curro Jose.
*Conocí a Betty Alice, la hija de Erikson que conoció a Haley y le pregunté por él. No me quiso decir nada. Sólo puso cara rara, me dijo que era muy vehemente y cambió de tema con habilidad.
Jesús, gracias por el comentario. Sin duda hoy en día, la posición del psicoanálisis es la de cierta rebeldía contra el pensamiento biologicista neuroquímico casi hegemónico, lo que le da un aura interesante, con independencia de sus propias sombras. En situaciones en que el psicoanálisis fue hegemómico o al menos preponderante, la rebeldía estaba en otras cosas. Por lo tanto, posiblemente antes de posicionarse a favor o en contra, haya que aclarar a qué psicoanálisis nos referimos, no sólo si a teoría, método o técnica, sino también a qué contexto histórico-cultural. En fin, un tema apasionante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jony, esperamos ansiosos tus reflexiones, que seguro serán interesantes.
ResponderEliminarUn abrazo.
si. hay psicoanalsitas no psicoanalisis (que buena miguel). bueno esto va dar para mucho. Los psicoanalsitas durante mucho tiempo han hecho el ridículo y lo han convertido casi en una religión (sin casi) pero bueno intentaré demostrar parte de lo rescatable como método vigente e imprescindible paar entender la clínica.
ResponderEliminarPepe, estoy muy contento de que intervengas en el blog (además, con un tema de debate como es el psicoanálisis que no es la primera vez que discutimos tú y yo).
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en algunas de tus críticas. Es cierto que el psicoanálisis tiene una capacidad de identificar las críticas que se le hacen como "resistencias" que resulta no sólo empobrecedora desde el punto de vista de la discusión científica o ideológica, sino a veces realmente exasperante. Y también es cierto que el manejo que hace, como comentábamos en la entrada, de las interpretaciones como si fuesen hechos, lleva a asunciones que se alejan mucho de la realidad más o menos tangible.
No obstante, discrepo en lo referente a la acusación de dogmatismo. Por supuesto que hay psicoanalistas dogmáticos e intransigentes, pero no creo que más, hoy en día, que biologicistas dogmáticos, sistémicos dogmáticos, conductistas dogmáticos (o también marxistas, cristianos, merengues o culés dogmáticos...)... Es cierto que el psicoanalisis históricamente ha sido muy dogmático (y lo hemos sufrido tú y yo en determinados foros) pero también es cierto que, en mi opinión, ahora se percibe un dogmatismo radical en el modelo farmacologicista-neuroquímico imperante que no admite ningún tipo de crítica y es desde posiciones psicoanalíticas donde se respira más libertad (temo que en esto no estarás de acuerdo, pero pienso por ejemplo en Fernando Colina...).
Y lo de que la mayoría de los psiquiatras escuchan a sus pacientes... me permitirás que lo dude. Sé que tú sí, porque lo he visto en persona, sé que yo lo intento y muchos otros compañeros también, pero mayoría creo que no somos... Más bien se lleva buscar un síntoma y dar una pastilla, otro síntoma, otra pastilla, y que pase el siguiente...
Bueno, un auténtico placer (volver a) debatir contigo como en los viejos tiempos.
Un abrazo y hasta pronto.
Miguel, muy de acuerdo contigo (como habitualmente). La influencia del psicoanálisis en nuestra cultura, nuestro lenguaje y nuestra forma de ver la profesión, al otro y a nosotros mismos, es tremenda y, creemos, indiscutible. También pienso que no se puede negar que el inconsciente existe (e insiste), o la sexualidad infantil o tantos otros conceptos...
ResponderEliminarTambién me ronda la cabeza (¿futura entrada?) si el psicoanálisis no habrá introducido en nuestra cultura el meme de que "sacar fuera tus problemas es bueno", lo que nos ha acabado llevando a tener oleadas de gente "normal y corriente" sufriendo poco, regular o mucho por problemas "normales y corrientes" buscando psicoterapias para contar sus problemas, porque "sacar fuera tus problemas es bueno". Me pregunto si antes del psicoanálisis, en algunas culturas, no se pensaba tal vez que "ocultar tus problemas es bueno"... y tal vez si esa gente era igual de feliz o desgraciada que nosotros...
Bueno, me disperso. Por supuesto que Freud fue su primer crítico, y así rehízo constantemente sus teorías. El dogmatismo creo que vino después con sus discípulos (en casi todas las religiones al maestro se le perdonan los pecados, por ejemplo psicoanalizar a tu propia hija, pero al pasar a la siguiente generación, hoguera). Pero creo que hoy no es el psicoanálisis el refugio de los dogmáticos, sino de (algunos de) los pensadores y críticos en busca de una psiquiatría mejor.
Y como decía mi tutor (psicoanalista de verdad, no de los de boquilla), siempre es mucho más interesante hablar de Edipo que de reflejos o de serotonina...
Besos y abrazos.
Miguel for president. Yes, we can!!!
ResponderEliminarEl problema del psicoanálisis es el mismo que el de las demás terapias. La rayada de la responsabilidad. Al empezar a responsabilizar al paciente es cuando el paciente se raya. Cuando el paciente no es responsable de nada.
ResponderEliminarAlmudena y Raúl: comparto vuestra admiración por Miguel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Al responsabilizar al paciente es cuando el psicoanalista o la terapia responsabilizadora se pone por encima. Es como si el mero hecho de pisar la consulta significa que el paciente es cien veces más responsable que el humano medio.
ResponderEliminarAca en argentina el psicoanalisis aun es hegemonico en algunos ambitos y peca de todos los vicios que jose herrera comentaba
ResponderEliminarSi la idea (acertada o no) es buscar una alternativa a la corriente mayoritaria actual, porque mirar hacia atras, a una "filosofía" (en el mejor de los casos) caduca?
En España, que no en Europa, se publicaron libros como "la muerte del psicoanálisis", "la agonía del psicoanálisis" y los catedros de medicina decían cosas como "Freud en alemán quiere decir fraude". La psiquiatría oficialista eliminó el inconsciente y lo sustituyo por hipótesis dopaminérgicas, etc...
ResponderEliminarEl resultado no está siendo bueno ni para los pacientes, la economía del país.
Esa costumbre de tirar por tierra un paradigma, cuando el nuevo paradigma aún no ha demostrado ser nuevo es terrible. Pienso que en psiquiatría, y otras ciencias sociales -dicho de buen rollo- tenemos la costumbre de redescubrir la rueda cada poco.
Creo que es más sensato actualizar a los clásicos que han aguantado el paso de las modas, que echarlos por tierra y negar sus aportaciones.
Anecdota: en el barroco español (s. xvii) tuvieron, en algunos monasterios como el de San Jua de la Peña (Huesca), la feliz idea de picar los capiteles del románico (s. x) porque eran simples y sosos y poner unas recargadas volutas floreadas de escayola que no resistieron el paso del tiempo.Ahora no hay ni románico ni barroco, hay capiteles picados.
Quiero decir que a lo mejor el problema es:
-ser mayoritario y dejar de tener autocritica
-no aprovechar lo bueno del pasado sino tirarlo por viejo
-acoger lo más nuevo con entusiasmo en vez de prudencia
El psicoanálisis no tiene vicios, no es un ser humano, así como la industria farmacéutica no es el enemigo de la psiquiatría, es una empresa.
El problema no es de las ideas, sino del uso acrítico de las ideas y del dogmatismo cerril.
Saludos.
MIguel, muy cabal como siempre. YO hasta podría reducirlo a una cuestión básica: la autocrítica. Me preocupa mucho porque la veo muy poquito.
ResponderEliminarAlauine, no se si habrás visto que nadie te contesta. Cuando uno niega su responabilidad se niega también la posibilidad de ser tenido en cuenta. De parte de alguien que no suele escribir por aquí, pero al que has llamado la atención: "si no eres responsable de nada, tampoco de lo que escribes, así que ¿para que contestarte?".
Saludos.
C.P.: gracias por tu comentario, pero que se haya dogmatizado en su nombre (y se ha hecho mucho) no necesariamente lleva aparejado que el psicoanálisis haya caducado.
ResponderEliminarUn saludo.
Miguel, muy de acuerdo con tus argumentos.
ResponderEliminar(Aunque te diré en bajito, para que nadie se ofenda, que es verdad que la industria farmacéutica no es el enemigo de la psiquiatría. Es su chulo).
Besos y abrazos.
Jesús: muy de acuerdo con tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
Pero en el segundo en que tomé la decisión de escribir esto, tomé la mejor decisión que podía tomar. La única que podía tomar en ese segundo con la consciencia que tenía en ese segundo. Para la terapia responsabilizadora hay como una especie de espíritu dentro de mí que ha escogido esa decisión a propósito.
ResponderEliminarEl paciente sufre y toma una decisión, busca a alguien que le ayude. Entonces se da cuenta de que la terapia responsabilizadora no garantiza resultados, solo garantiza que le va a responsabilizar. Las jornadas de responsabilización se suceden. El paciente se da cuenta de que está pagando. Más responsabilización. Si no obtiene ningún resultado se dará cuenta de que su vida sigue siendo una mierda, de que solo se habla de responsabilidad, pero todo sigue igual. Es como comprar una consola en una tienda, y al abrir la caja, descubrir que está vacía. Que has pagado por nada.
Porque la vida, no te la va a arreglar ni un psicologo ni un psiquiatra, tu vida es tu responsabilidad, y lo que hagas con ella también. ¿Hablo con el espíritu, con auluine, con el segundo de mal cuerpo de auluine, con un auluine de buen humor, o del mal humor?¿quien dice lo que dice auluine?¿es alguien auluine? si aluine no es responsable de nada ¿tiene sentido contestarle a auluine?, despues de todo va a seguir rodando según le pegue el viento de la vida, o de la genética, o vaya usted a saber. Todo menos lo que auluine quiere, o lo que auluine hace. Eso nada tiene que ver con lo que le sucede a auluine.
ResponderEliminarEncantado, Jose, de compartir con todos vosotros este espacio de reflexión. Una aclaración en cuanto al término “dogmatismo”, ya que veo que su uso se ha popularizado entre los comentaristas de este blog. El dogmatismo, en palabras de Ferrater Mora, supone la “completa sumisión, sin examen personal a unos principios o a la autoridad que los impone y revela”, por lo que el adjetivo “dogmático” resulta aplicable tanto a quién se somete como a los principios ante los que lo hace. En cuanto al que se somete, va con el carácter de cada cual; al psicoanálisis, a la industria, a su jefe o a su mujer, cualquiera puede ser el agente ante el que el psiquiatra en cuestión decida no mostrarse crítico. Pero yo no me refería a los que se someten, me refería a los principios. Partiendo de la distancia estelar que, desde el punto de vista del modo de conocimiento que implican, separa al realismo científico de la hermenéutica, mi comentario aludía al hecho de que la ciencia incluye como parte esencial de su propio método la necesidad de cuestionar y corregir sistemáticamente sus conclusiones, mientras que la hermenéutica no, y que este simple hecho hace de las afirmaciones de la ciencia herramientas mucho más seguras a la hora de tratar pacientes que las que pueda proporcionar cualquier otro modo de generar principios sobre los seres humanos y su bienestar. Comentas que, hoy por hoy, “es desde posiciones psicoanalíticas donde se respira más libertad” y que “no es el psicoanálisis el refugio de los dogmáticos, sino de (algunos de) los pensadores y críticos en busca de una psiquiatría mejor”. Muy bien, tú sabes que estaría siempre en aquel lugar donde se respirara libertad, pero quién nunca se ha sometido (ni al psicoanálisis, ni a la industria) tampoco necesita liberarse de nada. No hace falta ninguna revolución. Estoy de acuerdo con Miguel cuando dice que “la industria farmacéutica no es el enemigo de la psiquiatría, es una empresa”, y las empresas venden, y tú les compras, o no, nadie te obliga a venderte a cambio de sus obsequios o de sus torpes y aburridos estudios de eficacia. Por eso, lo que creo es que hace falta es un mayor sentido crítico entre los psiquiatras, ese que les lleve, entre otras cosas, a rechazar, junto a los mensajes comerciales más burdos, cualquier afirmación sobre la enfermedad o la salud mentales que no pueda ser de algún modo falsada (Popper dixit). ¿Debemos refugiarnos en el psicoanálisis ante la ofensiva de la industria? ¿Guatemala? ¿Guatepeor? Ni lo uno ni lo otro. Nuestro deseo de independencia intelectual no debe ponernos en manos de la charla vacía y de la falta de rigor ¿qué culpa tienen los que ponen su bienestar en nuestras manos? Sufrimiento y folclore no casan, para especular ya están lugares como este. En cuanto a lo de escuchar, me reafirmo en que, en nuestro medio, son minoría los que dejan de hacerlo (aquí nos conocemos todos); y con respecto a los “sordos”, no te preocupes, son los propios pacientes los que no les hacen ningún caso, incluso a la hora de tomarse las pastillas que les mandan (¿para cuándo reconocer que los pacientes no son bobos?).
ResponderEliminarPero el paciente va al psiquiatra porque sufre. ¿No? Por tanto, si no toma las pastillas será por su cuenta y riesgo. Con lo que le puede crear una rayada importante de responsabilidad. Siempre puede responsabilizarse de estar así por en su momento no haber tomado el fármaco. Y así acabará responsabilizándose de no quererse curar. De una manera o de otra, parece que por el mero hecho de pisar la consulta el paciente es cien veces más responsable que el humano medio.
ResponderEliminarJosé Herrera, desde la más absoluta humildad, si ambas técnicas no pueden ser falsadas (ya sea por falta de auto-crítica, por exceso de delirios de grandeza o por una tremenda confusión generada por la falta de pruebas -por un lado- o porque es necesaria una transferencia, estos tíos entre sí hablan muy raro (dudo que no pertenezcan a alguna sociedad secreta) o porque el perro de San Roque no tiene rabo -por el otro-) al final para nosotros los locos, los usuarios, los pacientes, como ya he dicho en alguna ocasión, lo que realmente nos interesa es que se nos consuele en la mayoria de casos, se nos alivie en la medida de lo posible y si se puede curar, aunque sea como se curan las gripes, mejor que mejor. Lo importante es la escucha porque es el unico biomarcador que baraja la psi en su afan de exploración. Si el profesional escucha, interpreta, comprende, empatiza, responde acertadamente y provoca una reacción positiva en el loco, usuario, paciente, que coño, al menos, a ser posible, por lo que a mi respecta, cuantos menos efectos secundarios tenga esa reacción mejor que mejor. Porque, y perdona que te rete, me apuesto a que nunca has sentido el enorme vacío existencial, emocional e intelectual que provoca en nosotros vuestras pildoras de alquimista.
ResponderEliminarUn abrazo y felices fiestas.
Jose, de nuevo gracias por tus comentarios. Pero discrepo en que la hermenéutica sea dogmática por definición y la ciencia no. La hermenéutica debe construir interpreatciones de hechos y palabras, desde fuera del método científico porque posiblemente el método científico no sea útil para según qué objetos no mensurables. Otra cosa es que, a posteriori, se tomen esas interpretaciones como dogmas o sólo como posibles narraciones. Es decir, el dogmatismo está (o no) en el hermeneuta, no en la hermenéutica. Y también creo que es evidente que la ausencia de dogmatismo es una característica de la ciencia, pero no necesariamente del científico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Raúl y Almudena: un debate más que interesante. Estoy de acuerdo en que la escucha y lo que debe acompañarla es muy terapéutica (y muchas veces más que otras cosas), pero también creo que la escucha viene (o no) del profesional, muchas veces independientemente de su orientación.
ResponderEliminarUn abrazo.
José totalmente de acuerdo, porque en ninguna escuela, facultad, congreso o simposio enseñan algo tan simple y de perogrullo como el sentido comun (que no se entienda, por favor, como normalidad) sino como comprensión, empatía o como dice una de mis musas de la Psiquiatría, Chus Gómez, cultura de barra. Al final ningún juramento o teoría te ayuda a ayudar a alguien sino lo comprendes, sino ves por donde va más alla de tu Real. Mi primer psiquiatra me dijo una vez que para conocer a la gente ayudaba más leer a Dickens, Balzac, Stendhal, Zolà, Dostoievsky, Tolstoi y el resto de literatura del siglo XIX (incluido Freud), que empollarse las categorias de los sucesivos DSM's. Algo pasa cuando todos cabremos en el DSM-V y en cambio para la mayoría la gente (las más que posbles víctimas y verdugos inconscientes) se diferencian únicamente por si molan o no molan. Faltan palabras (y no porque el diccionario no las contenga) donde las actitudes y conductas humanas tengan una base no patológica. Hasta entonces los profesionales de bien (que escuchen y ayuden y defiendan los derechos del sufriente) seguiran siendo por desgracia una especie en extinción.
ResponderEliminarAbrazos desde las barricadas!!!
Vaya comentarios tan largos... ¡Qué pagados de vosotros mismo estáis!
ResponderEliminarCuando decís que el psicoanálisis no hace autocrítica y que no tiene utilidad terapéutica debéis referiros a los lacanianos, que dejaron de leer el día que Lacan dejó de escribir y no han hecho nada nuevo desde ese día. El resto de psicoanalistas han seguido estudiando, pensando, debatiendo, haciendo nuevo el psicoanálisis... y por supuesto curando gente. Y digo curando, no manteniandoles asintomáticos a base de excitante-sedante-excitante-sedante...
Anna O.
Anna O, cito tus palabras: "Qué pagados de vosotros mismos estáis"...
ResponderEliminarMala cosa entrar en un debate faltando al respeto a los demás participantes, que se han limitado a exponer sus opiniones con mayor o menor vehemencia pero dentro de un respeto exquisito.
En cuanto a un concepto tal como "curación", dudo mucho de su aplicabilidad al psicoanálisis (y creo, aunque hace tiempo que lo leí, que Freud en un texto que creo se titulaba "Análisis terminable e interminable" también se planteaba esas dudas. Como no soy psicoanalista, agradecería a algunos de nuestro lectores que sí lo son que me corrigieran si ando desencaminado (Enrique, Héctor, Jony... os espero).
Un saludo.
por cierto Jose, ¿te he comentado que en el articulo de la wikipedia sobre Anna O., escribían que lo que había padecido era una meningitis tuberculosa?
ResponderEliminarAhora han quitado el articulo entero y te redirige directamente a Bertha Pappenheim. Creo que es mejor.
Un abrazo.
Hola, Miguel. No sabía nada (aunque también es verdad que la neurosis histérica no protege de las inflamaciones meníngeas de origen tuberculoso).
ResponderEliminarLa wikipedia (igual que el american journal y no digamos el brutish...) aguanta cualquier cosa.
Besos y abrazos.