viernes, 11 de marzo de 2011

Un Premio Nobel y otro hombre sabio...

El periódico La Vanguardia publicó en su contraportada el 27 de julio de 2007 una más que interesante entrevista a Richard J. Roberts. Este señor resultó ser merecedor de un Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1993, compartido con Philip A. Sharp, por su trabajo sobre los intrones, fragmentos de ADN que no contienen información genética, describiendo que dicha información estaba dispuesta en los genes de forma fraccionada. Vamos, todo un científico en condiciones, no como esos individuos de dudosa reputación tipo Foucault, Szasz o Laing, por citar algunos...
Nos han parecido muy interesantes las opiniones vertidas en esa entrevista (obviamente, nos han parecido interesantes porque coinciden con las nuestras, para qué vamos a engañarnos), y por eso queremos recogerlas aquí. No se nos escapa que el hecho de recibir el Premio Nobel no te convierte en el Mahatma Gandhi ni en el Oráculo de Delfos (sin ir más lejos, nuestro querido Dr. House ya dejó dicho que Alfred Nobel fue el inventor de la dinamita, y que él no quería su premio manchado de sangre), pero en ciertos círculos que no son exactamente los nuestros, se valora mucho el ser autor de prestigio, científico respetado, que publica en revistas de gran impacto, etc. Y, en esos círculos, un Premio Nobel es lo máximo a que se puede aspirar.
Oigamos, pues, las opinones del Dr. Roberts, Premio Nobel de Medicina:

- ¿La investigación se puede planificar?
- Si yo fuera ministro de Ciencia, buscaría a gente entusiasta con proyectos interesantes; les daría el dinero justo para que no pudieran hacer nada más que investigar y les dejaría trabajar diez años para sorprendernos.
- Parece una buena política.
- Se suele creer que, para llegar muy lejos, tienes que apoyar la investigación básica; pero si quieres resultados más inmediatos y rentables, debes apostar por la aplicada...
- ¿Y no es así?
- A menudo, los descubrimientos más rentables se han hecho a partir de preguntas muy básicas. Así nació la gigantesca y billonaria industria biotech estadounidense para la que trabajo.
- ¿Cómo nació?
- La biotecnología surgió cuando gente apasionada se empezó a preguntar si podría clonar genes y empezó a estudiarlos y a intentar purificarlos.
- Toda una aventura.
- Sí, pero nadie esperaba hacerse rico con esas preguntas. Era difícil obtener fondos para investigar las respuestas hasta que Nixon lanzó la guerra contra el cáncer en 1971.
- ¿Fue científicamente productiva?
- Permitió, con una enorme cantidad de fondos públicos, mucha investigación, como la mía, que no servía directamente contra el cáncer, pero fue útil para entender los mecanismos que permiten la vida.
- ¿Qué descubrió usted?
- Phillip Allen Sharp y yo fuimos premiados por el descubrimiento de los intrones en el ADN eucariótico y el mecanismo de gen splicing (empalme de genes).
- ¿Para qué sirvió?
- Ese descubrimiento permitió entender cómo funciona el ADN y, sin embargo, sólo tiene una relación indirecta con el cáncer.
- ¿Qué modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o el europeo?
- Es obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la industria de la salud... Tengo mis reservas.
- Le escucho.
- La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas.
- Explíquese.
- La industria farmacéutica quiere servir a los mercados de capital...
- Como cualquier otra industria.
- Es que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud y nuestras vidas y las de nuestros hijos y millones de seres humanos.
- Pero si son rentables, investigarán mejor.
- Si sólo piensas en los beneficios, dejas de preocuparte por servir a los seres humanos.
- Por ejemplo...
- He comprobado como en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad...
- ¿Y por qué dejan de investigar?
- Porque las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento.
- Es una grave acusación.
- Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.
- Hay dividendos que matan.
- Por eso le decía que la salud no puede ser un mercado más ni puede entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero. Y por eso creo que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos fácil que propicie ese tipo de abusos.
- ¿Un ejemplo de esos abusos?
- Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este año pasado a un millón de personas.
- ¿No me habla usted del Tercer Mundo?
- Ése es otro triste capítulo: apenas se investigan las enfermedades tercermundistas, porque los medicamentos que las combatirían no serían rentables. Pero yo le estoy hablando de nuestro Primer Mundo: la medicina que cura del todo no es rentable y por eso no investigan en ella.
- ¿Los políticos no intervienen?
- No se haga ilusiones: en nuestro sistema, los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos.
- De todo habrá.
- Al capital sólo le interesa multiplicarse. Casi todos los políticos - y sé de lo que hablo- dependen descaradamente de esas multinacionales farmacéuticas que financian sus campañas. Lo demás son palabras...

La entrevista fue realizada por Lluís Amiguet, y nos ha dejado impresionados. No por el mensaje en sí, que nos sorprende poco, sino por lo claramente que está expuesto y por quién lo expone. A Richard J. Roberts, dada su biografía y trabajo, se le podrá acusar de muchas cosas, pero difícilmente de ir en contra del avance de la investigación o de la ciencia.
Nosotros, por el contrario, recientemente, fuimos de nuevo acusados de ir en contra de los fármacos y de la investigación en farmacología, cuando creíamos haber dejado clara nuestra posición en este tema en una entrada previa. Dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oír…
Para acabar y tras la entrevista a todo un Premio Nobel, nos quedamos con unas palabras pronunciadas por uno de los asistentes a una reciente conferencia de Radio Nikosia, que se presentó a sí mismo como "paciente con trastorno bipolar". En un momento en que había salido el tema de la industria farmacéutica y su poder económico, se comentó (citamos de memoria) la posibilidad de "aprovecharse" del dinero de dichas empresas para organizar diversas actividades formativas o asociativas de otra índole. El comentario, dicho con total gravedad, fue demoledor:

Ese dinero está manchado. No lo queremos.

14 comentarios:

  1. Amén!!!

    Un abrazo grande para vosotros!!!

    ResponderEliminar
  2. Mi lectura particular de este post vendría a decir algo así como que es necesario investigar más, medicar mejor cuando sea necesario (que en muchas ocasiones lo es) y centrarse en los intereses y necesidades de las personas, aquejadas de una enfermedad mental, por ejemplo.
    Una pena que otras lecturas sólo vean un ataque ciego, destructivo e interesado, hacia la industria.
    Porque conociendo como conozco a los autores de este blog, sé de buena tinta que sus motivaciones son bien diferentes.
    Ojalá y los que comentamos a los postpsiquiatras no fuésemos siempre los mismos, que se unieran más voces y empezásemos a avanzar hacia algún tipo de consenso que fuese el germen de otra salud mental, de otros discursos menos radicalizados y más centrados en un el que sufre y no en nuestros egos.
    Besos a todos y hasta mi vuelta de tierras húngaras!
    Esther.

    ResponderEliminar
  3. Almudena y Raúl: gracias y un abrazo para vosotros.

    ResponderEliminar
  4. Esther: totalmente de acuerdo con tu lectura de nuestra entrada. Ésa es exactamente nuestra misma opinión. Y también de acuerdo, y entono un mea culpa por la parte que me toca, en que deberíamos avanzar hacia discursos, como dices, menos radicalizados y egocéntricos y más útiles para el que sufre que, al final, era de lo que se trataba todo esto.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Miguel Hernández González12 de marzo de 2011, 8:50

    me sumo a lo de construir. no es que crea que la critica no sea útil, me parece utilísima pero insuficiente. Si lo que llevamos haciendo desde siempre no funciona, quizás deberemos hacer algo diferente (perdonad Jose y Amaia que me repita un poco). Y a la hora de construir no me parece que la ocurrencia más o menos espectacular y el lema más o menos victorhuguiano (¡!) pueda sustituir a la fuerza creativa de lo colectivo. Colectivo multiintereses y multiobjetivos que confluyen y en ocasiones divergen. Por eso me gusta tanto visitar este blog (y algunos de sus enlaces). un saludito a tod@s l@s visitantes del blog. Un beso para Jose y Amaia.

    ResponderEliminar
  6. Miguel: Estoy de acuerdo contigo en que no basta con criticar lo negativo, sino que también hay que construir algo después. Pero creo que son dos tiempos distintos y no estoy seguro de que se puedan llevar a cabo simultáneamente. Es posible que este blog sea más "destructivo" que "constructivo", y tú que nos conoces bien, no te sorprenderás de ello. Pero creo que es necesario primero señalar lo que no funciona, lo que funciona mal, lo que debe dejar de hacerse. Llevar a cabo, en cierto sentido, derribo y desescombro. Y después (y posiblemente por otra gente con más habilidad que nosotros para la construcción) sería momento de "construir" algo diferente encima. Aunque creo que lo primero es tirar lo que no se sostiene y comprobar que los cimientos estén bien, no sea que la nueva construcción se nos caiga encima.

    De todas maneras, y metáforas arquitectónicas aparte, hay todo un programa entre líneas que defendemos: cuidado al paciente psicótico ante todo, despsiquiatrización de los malestares de la vida, uso racional de psicofármacos y psicoterapias, alejamiento de la influencia de la industria farmacéutica, formación teórica de nivel de los profesionales (vamos, algo más allá de repetir chorradas sobre neuroprotección que nadie ha demostrado), respeto a la autonomía del paciente, salvo en casos de necesidad de ingreso involuntario ineludible, etc., etc.

    Perdona el rollo, pero es que no lo puedo evitar. Me ha alegrado mucho ver tu comentario y ojalá que participas activamente en todo este debate (porque tú sí que eres un "constructor", uno de los mejores que he conocido y alguien de quien he aprendido mucho).

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Estupenda entrada, no sólo por la entrevista sino por la manera de presentarla y comentarla.
    Lo de las medicinas que cronifican, aunque el prenio nobel no haya aludido al mundo psiquiátrico, son una triste realidad en este mundo, sobre todo cuando se superponen, se abusa de ellas, y el enfermo parece más una construcción farmacológica que una persona.
    Yo también pienso que hay que demoler para construir, sobre todo cuando las vigas maestras están agujereadas por la carcoma de la avaricia.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  8. Etiquetada: nos alegra que te guste la entrada. El tema de la industria farmacéutica lo hemos tocado mucho, pero es que creemos que es importante. Tanto las administraciones públicas como los sanitarios que trabajamos en ellas deberíamos tener claro que somos empleados públicos, de una sociedad que nos paga un sueldo para tratar personas y que nos facilita la gestión de una cantidad enorme de dinero público (es decir, de todos) para pagar los tratamientos necesarios. Y el correcto y racional uso de ese dinero es, desde nuestro punto de vista, una obligación ética que no podemos pasar por alto.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  9. De nuevo, muy interesante la entrada y la posterior discusión. Me gustaría hacer una reflexión. Solemos todos responsabilizar a la industria de muchos de los males, y no nos falta razón, pero últimamente a mí me gusta más pensar que "el mal mayor" es la debilidad de los sistemas sanitarios. Si nuestro sistema sanitario tuviese fortaleza, tuviese los elementos que le hace falta tener para actuar con sensibilidad y análisis, sencillamente no nos preocuparía la industria farmacéutica, porque ésta no podría hacer muchas de las cosas que le permitimos hacer. El foco del debate debe ir siendo desplazado a la debilidad de nuestro sistema. El consumo en medicamentos de forma irracional y carente de garantías no puede depender de que un clinico esté más o menos sensibilizado con la sostenibilidad del sistema, no puede depender de esto. En fin, gracias de nuevo por generar debate, un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Paco estoy de acuerdo contigo, pero al menos para mí, el problema no es el sistema sanitario, sino el sistema económico, ya que de éste dependen todo los demás sistemas. Cuando todo lo que se produzca tenga que aportar ganancias, beneficios, riqueza, el verdadero valor que es su utilidad se devalúa.

    Dicen que pasada la post-modernidad, hemos entrado en una etapa de transición social, económica y de valores. Lo ignoro. Lo que tengo claro es que a mi parecer aún seguimos arrastrando la pesada maleta que supuso para la sociedad la crisis de valores del s. XX. A día de hoy si tu le preguntas a un niño a quién admira más a Cristiano Ronaldo o a Einstein, me apuesto tres marabedies que la respuesta sera Einsqué?

    Como periodista asisto y desisto cada día al circo patético en que se han convertido los medios de comunicación. No hay investigación, no hay formación, no hay responsabilidad, no hay ética. Vivimos en un país donde uno aprende antes a echarle la culpa al otro que a sumar... Y así es muy difícil.

    Cuando nuestros políticos son títeres de un sistema corrupto, avaro y cruel, que podemos esperar? Nos queda intentar cambiar miradas al respecto, nos queda luchar para y luchar contra, nos queda empezar la revolución en nosotros mismos, nos queda soñar con que algún día seamos tantos que nos tengan que oír a la fuerza. Como decía Benedetti nos queda la esperanza.

    ResponderEliminar
  11. Paco: estoy de acuerdo contigo en que muchas veces, en este blog, cargamos las tintas en la responsabilidad de la industria farmacéutica y de los clínicos en usos no precisamente racionales de los fármacos, con el consiguiente coste económico, por no hablar de problemas de eficacia y seguridad, aún más serios.

    Pero, como tú señalas, la responsabilidad de todo el asunto no se agota ahí. La administración pública y sus gestores, técnicos y políticos, tienen una parte muy importante de responsabilidad en el actual estado de cosas. Probablemente la mayor parte, porque es a quien compete la gestión del dinero público (trabajo que no es de la industria, que se limita a buscar sus beneficios) y quien tiene el poder de mejorar la situación a gran escala (porque cada médico prescriptor sólo puede mejorar la situación a su propia pequeña escala). Por señalar un ejemplo típico y obvio: ¿por qué se financian con cargo al sistema nacional de salud fármacos nuevos que simplemente demuestran ser más eficaces que placebo pero sin estudios que demuestren que son más eficaces o seguros que otros fármacos ya previamente comercializados, más conocidos y baratos?. Si los derivados del omeprazol, por ejemplo, no han demostrado ser más eficaces o seguros que éste, ¿por qué tenemos que pagarlos on dinero público?. Yo abogaría porque el sistema nacional de salud pague el omeprazol y el que quiera otro, que se lo pague él. ¿Acaso no tenemos que pagarnos cada uno nuestras gafas o empastes? Y son cosas de demostrada eficacia y seguridad...

    Y, aparte de farmacéuticas, médicos y administración, otra parte de culpa recae, creo, en las asociaciones científicas que organizan sus eventos con precios de inscripción que hacen muy difícil acudir sin financiación de la industria (¿es normal cobrar 800 euros por asistir 4 días a un Congreso Nacional de una especialidad...?). Aunque, para lo que se aprende realmente en tales eventos hoy en día...

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  12. Raúl y Almu: estoy de acuerdo con vosotros. El problema que discutimos del gasto sanitario se inserta a su vez en un sistema económico y sociocultural determinado, que prima el beneficio económico y el éxito individual no meritorio ante todo. Más allá del dinero y la fama, sobre todo si se han logrado sin gran esfuerzo, no hay mucho que apreciar.

    De todas maneras, no hay que caer en lógicas de todo o nada. Lo ideal sería que todo mejorara. Pero si tal cosa no sucede, y ya sabéis que yo muy optimista no soy, no hay que desesperar pensando que nada merece la pena. Cada uno, a su pequeña escala, debe hacer lo que pueda para mejorar las cosas lo más posible. Ésa es nuestra responsabilidad.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. compañero sigues apuntando a la linea de flotación de os defectos del sistema. La industria como mantenedora de la patología y creadora de enfermedad. A mayor bienestar social mayor malestar del individuo...
    Lo chungo es que me animas a escribir entradas que -por no poner en riesgo mi integridad física- no escribo.
    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar
  14. Querido Miguel, tengo ganas de te animes a escribir tales cosas, aunque acabemos todos nominados y expulsados...

    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar