domingo, 10 de julio de 2011

Existencialismo y libertad

A través del libro Doce textos fundamentales de la Ética del siglo XX, editado e introducido por Carlos Gómez, muy recomendable en líneas generales, pudimos leer el texto de Jean Paul Sartre titulado El existencialismo es un humanismo, en traducción de Victoria Praci del original francés, que a su vez corresponde a una conferencia pronunciada en París en octubre de 1945. El texto de Sartre nos parece fundamental para entender cierta perspectiva de la naturaleza humana, que creemos estrechamente relacionada con muchos aspectos de nuestras profesiones, con la visión de la enfermedad mental y sus causas, con la visión del enfermo mental y sus terapias.


El texto, cuya lectura recomendamos vivamente, puede encontrarse íntegro en el siguiente enlace:




De todas maneras, queremos entresacar algunos párrafos del mismo que, en nuestra opinión, son especialmente reveladores y que a continuación reproducimos textualmente:


[...] Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como él se concibe después de la existencia, como él se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.


Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré al decir que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por tanto es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado, en la tierra, que lo orientará, porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre.


No es necesario tener esperanzas para actuar.


El quietismo es la actitud de la gente que dice: los demás pueden hacer lo que yo no puedo hacer. La doctrina que yo les presento es justamente la opuesta al quietismo, porque declara: sólo hay realidad en la acción; y va más lejos todavía, porque agrega: el hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza; por lo tanto, no es otra cosa que el conjunto de sus actos, nada más que su vida.


Un hombre se compromete en la vida, dibuja su figura, y , fuera de esta figura, no hay nada.


Si la gente nos reprocha las novelas en que describimos seres sin coraje, débiles, cobardes y algunas veces francamente malos, no es únicamente porque estos seres son flojos, débiles, cobardes o malos; porque si, como Zola, declaráramos que son así por herencia, por la acción del medio, de la sociedad, por un determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y diría: bueno, somos así, y nadie puede hacer nada; pero el existencialista, cuando describe a un cobarde, dice que el cobarde es responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o un cerebro cobarde; no lo es debido a una configuración fisiológica, sino que lo es porque se ha constituido como hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le horroriza es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde.


Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; para el cobarde hay siempre una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar de ser héroe.


Si hemos definido la situación del hombre como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo, es un hombre de mala fe.


[...] la vida no tiene sentido a priori. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra cosa que ese sentido que ustedes eligen.


Evidentemente, un texto filosófico como éste no es una verdad revelada incuestionable. Es una opinión. Una determinada forma de ver las cosas y los casos que constituyen y afectan al hombre como tal. Nos parece interesante porque cuadra poco con muchas de las perspectivas más frecuentes en nuestros días alrededor de nuestras profesiones. La psiquiatría, como definían Luque y Villagrán, se encarga del estudio de la conducta patológica. La conducta que una determinada sociedad histórica valora como patológica. Y, dado que, como señaló Foucault si le entendimos bien, la institución psiquiátrica que se hizo cargo de los asilos de alienados intentó posteriormente constituirse como ciencia, pues analiza científicamente dicha conducta patológica. Es decir, busca causas que expliquen el origen de dicha conducta a la que luego, no sin cierto salto epistemológico difícil de justificar, define como enfermedad mental.


La conducta patológica (propia de la psicosis, de la neurosis o, tal vez, de la condición humana en cuanto tal) se pretende explicar en base a teorías genéticas como una predisposición ante la que el sujeto está predeterminado a ser un enfermo. O a teorías psicológicas sistémicas que sitúan la conducta como una expresión de dinámicas familiares que designan como paciente al sujeto, que queda predeterminado a ser un enfermo. O a teorías psicoanalíticas que refieren la conducta a experiencias traumáticas tempranas no recordadas que constituyen el psiquismo sin remedio y hacen que el sujeto quede predeterminado a ser un enfermo. O a teorías de muy diversos signos y tipos que siempre encuentran una causa que coloca al sujeto en la posición de paciente (que padece) ante lo que, en definitiva, hace.


Y tales modelos pueden ser útiles y estar justificados, en nuestra opinión pero sin certeza sobre ello tampoco, en procesos psicóticos o melancólicos, por ejemplo. En la locura, objeto histórico de la psiquiatría, tanto para su estudio como para su control, hasta que decidió (o decidieron por ella) que debía dedicarse al consuelo y distracción de la infelicidad (de la vida humana, en definitiva, porque la felicidad tal como pretende defirnirla nuestra cultura, como estado de absoluto bienestar y falta de problemas que además viene caído del cielo sin mayor esfuerzo personal, directamente no existe). Pero dichos modelos, en nuestros tiempos sobre todo el llamado paradigma biológico (que no es en realidad sino genético y neuroquímico, porque el nivel biológico es bastante más complejo que eso), pretenden explicar cualquier conducta patológica: agresividad, maltrato, alcoholismo, dorgadicciones, adicciones sociales, etc., etc.


Un alcohólico, por ejemplo, ya no es responsable de su conducta de beber alcohol en exceso. Será un gen o un neurotransmisor vicioso que provoca la adicción, y el paciente no es culpable porque no lo puede evitar. Todo ello convenientemente apoyado por estudios de metodologías también bastante viciosas... Porque la cuestión es, como sea y al precio que sea, esquivar la culpa (y si, de paso, una multinacional hace negocio con algún que otro fármaco, pues fiesta para todos).


Si soy ludópata, entonces será por mis genes, mi serotonina, mi educación, mi vida difícil, el paro... Lo que sea menos admitir que es porque llego al bar y elijo meter el dinero en la máquina en vez de en el bolsillo. Y aliviar la culpa es beneficioso sólo si uno no es culpable. Porque si uno es culpable o, mejor dicho, responsable, de aquello que hace, eso significa que tiene el poder de dejar de hacerlo. Y nadie dice que sea fácil, pero la herramienta más útil para hacer lo que uno considera correcto es darse cuenta que uno es culpable y responsable de lo que hace mal, pero por ello mismo tiene el poder de dejar de hacerlo y ganarse el mérito de ello.


Porque creemos, y evidentemente no es más que una opinión, que cada uno debemos hacernos responsables de nuestros actos. Del mérito por los buenos y de la culpa por los malos. De la responsabilidad por todos. Porque la culpa sólo es negativa cuando te paraliza, pero si es un acicate para cambiar, para corregir cosas, entonces se convierte en imprescindible. El problema no es ser culpable de hacer algo malo sino persistir en el error moral. Muchas veces desculpabilizar es simplemente tranquilizar la conciencia propia y ajena e impedir al sujeto asumir las responsabilidades y consecuencias de sus actos para ser capaz de decidir actuar de otra manera. O para decidir seguir actuando igual.


Y cuando protestamos ante determinado estado de cosas, cuando nos indignamos por la mala gestión de los políticos que elegimos, por la ambición desmesurada de grandes corporaciones (bancarias o no bancarias, que de todo hay) que hunde muchos países en la crisis o la bancarrota sin ningún escrúpulo, por la falta de ética que vemos en mil escándalos de corrupción, etc., etc... Cuando protestamos indignados por todo ello, no debemos perder de vista que cada uno es responsable de lo que hace. Que pensar yo solo no puedo arreglar nada no es en absoluto una excusa éticamente aceptable para elegir no hacer nada. Que cada uno es responsable de sus acciones e inacciones. Y crea ejemplo con unas o con otras.


Nos consideramos libres y responsables. Y no querríamos vernos de otra manera.


7 comentarios:

  1. M encanta, justo estaba en el feisbuk y salió que habíais publicado esta entrada de existencialismo y aunque estoy aneuronada (la culpa es del que destila el ron..o de "la ultima copa", o de que nos pusieron garrafón... todo menos responsabilizarse jajaj) corrí pa leerla. Ahora justo estoy leyendo "psicoterapia existencial" de Yalom.A mi esta orientación ya me ha convencido, con ella entiendo y me explico muchas cosas ...ahora sólo me queda leer la obra de Sartre, descifrar a Kierkegaard, estudiar a May a Yalom y demás y aprender a hacer psicoterapia existencial..chupao! :(
    Yalom dice que algunos de los que trabajan "en esto" piensan que es una orientación blanda, difusa o romantica ..Ésos, no saben que la mayoria de los grandes males del individuo son las preocupaciones enraizadas en la propia existencia del individuo:la tortura de libertad de elección, voluntad de actuar, falta de un sentido vital, responsabilidad personal o la no existencia..es genial. Cada dia me pregunto y no sé por qué en esto de tratar de entender al ser humano dejamos de hacerles caso a los grandes filosofos para jugar a los medicos...la verdad.
    Gracias!!

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  2. Así que entonces el hombre que mete dinero en la máquina comete un error moral. Mientras que el soldado que dispara al enemigo de la patria en la frente es un heroe.

    La única diferencia que veo es que el soldado es recompensado. Mientras que el pobre hombre que mete dinero en la máquina es rayado por la terapia responsabilizadora.

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  3. Si un banquero decide despedir a varios empleados, esos hombres y mujeres se quedaran sin trabajo, pero el banquero se sentirá bien consigo mismo porque para él habrá tomado la mejor decisión.

    Pero el hombre que bebe de más en el bar es rayado por la terapia responsabilizadora.

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  4. ENRIQUE HERNANDEZ REINA11 de julio de 2011, 17:13

    "Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra cosa que ese sentido que ustedes eligen."

    ¿TE HAS VUELTO UN ROMANTICO EMPEDERNIDO?

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  5. El chico que tiene el valor de entrar en la discoteca se convierte en heroe. Mientras que el chico que tiene miedo y se queda paralizado se transforma en cobarde. Pero según la terapia responsabilizadora, tiene la posibilidad de dejar de serlo.

    Yo no lo entiendo. Ese chico puede tener un accidente de coche y morir. ¿Qué sentido habrá tenido toda la rayada de la terapia? Puesto que murio antes de cambiar, ¿habrá muerto como un cobarde?

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  6. Querido Enrique: ¿acaso alguna vez he sido otra cosa?

    un abrazo.

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  7. Las compañías farmacéuticas también le podrían recordar a los psiquiatras que protestan que ellos son responsables de su sentimiento de indignación. De la misma forma que el chico que tiene miedo a relacionarse es responsable de su sentimiento, también los psiquiatras que protestan. La cuestión es que esos psiquiatras, psicólogos, etc se sienten bien consigo mismos en su sentimiento de indignación. ¿No?

    El chico que tiene miedo a relacionarse no se siente bien consigo mismo. Y por eso va a terapia. ¿No tendría que ser al revés? ¿Cuestionar a los que se sienten cómodos y no cuestionar al que no se siente cómodo con su miedo?

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