En las Jornadas de la Asociación Madrileña de Salud Mental, de las que ya hablamos en anteriores entradas, fuimos invitados a ser discusores del Dr. David Healy, psiquiatra y psicofarmacólogo no menos eminente que polémico. Pueden leerle y seguir sus lúcidas, aunque sin duda incómodas, reflexiones en su blog, parte de las cuales ya recogimos aquí. Hoy queríamos transcribir nuestra humilde (de acuerdo, no tan humilde) exposición sobre el tema de la Medicina Basada en la Evidencia en Psiquiatría, en la línea de reflexiones previas nuestras. La pueden leer íntegra a continuación:
Buenos días a todos. Antes
de nada, quería agradecer a la Organización de las Jornadas el haberme invitado
como discusor del Dr. Healy, lo cual es sin duda un honor que no estoy seguro
de merecer. He preparado esta exposición con Amaia Vispe, coautora también del
blog postPsiquiatría y, por ello, permitirán que use el plural. Estamos
hablando acerca de la llamada Medicina Basada en la Evidencia la cual, como tantos conceptos
teóricos o actividades prácticas en Psiquiatría, despierta férreas adhesiones y
furiosos cuestionamientos, configurándose como otra raya en la arena respecto a
la cual hay que posicionarse: ¿estás a favor o en contra de la MBE? El
problema es que, como para todo en la vida, antes de saber si se está
favor o en contra hay que concretar de qué se está hablando.
Y la cuestión es que el
término Medicina Basada en la Evidencia hace referencia a dos conceptos
diferentes y que solemos confundir. Por una parte, la MBE se intenta
configurar, desde algunos sectores, como una suerte de paradigma en el
sentido de Kuhn que va a proporcionarnos las respuestas a todas las viejas
cuestiones de la Psiquiatría (aunque sea por el método, poco meritorio, de descartar
la mayoría de las preguntas). La MBE como paradigma se sitúa al lado de la
llamada psiquiatría biológica, de forma que prácticamente se confunde
con ella en una especie de simbiosis no exenta de contradicciones, bien
financiada por la siempre atenta Industria Farmacéutica, llegando al llamado,
en palabras de Mata y Ortiz que suscribimos plenamente, paradigma
bio-comercial en Psiquiatría.
Pero, por otra parte, la
MBE es también una serie de herramientas y técnicas de recogida y
análisis de datos, para la obtención de resultados que consigan una
racionalización de los tratamientos y actividades médicas, en busca de cierta
objetividad a la hora de la clínica. Cuando se piensa en la MBE como una
herramienta, se debe tener presente que su utilidad dependerá de que sea usada
de forma correcta.
En Psiquiatría trabajamos
con personas que sufren. Personas que presentan determinadas conductas,
pensamientos o emociones que conceptualizamos como síntomas, pero que cobran
sentido en su propia subjetividad (y que entendemos, o intentamos
entender, sólo a través de la nuestra). La única forma de pretender que la MBE
dé una explicación completa como paradigma psiquiátrico (de la mano de la
psiquiatría biológica) es si conseguimos rechazar dicha subjetividad (propia y
ajena) o, más bien, creer que somos capaces de hacerlo, y cosificar al
paciente en el proceso. Donde hay un ser humano, con sus deseos, miedos,
esperanzas, dolores y frustraciones, con su libre albedrío o su ilusión de
libre albedrío, pensamos sólo en un cerebro y nos dedicamos a evaluar su
conducta en términos de neurotransmisores que suben y bajan y condicionamientos
que se refuerzan o se extinguen…
En mi opinión, elevar
la MBE a rango de paradigma en psiquiatría es completamente absurdo. Porque
un conjunto de mediciones no pueden llegar a proporcionar una explicación
completa del ser humano. Salvo que pensemos que el ser humano no es más
complejo que una rata o cosa parecida, con lo cual obtendremos probablemente un
montón de teorías que serán útiles sólo si se aplican a una rata y no a un ser
humano. Además, la MBE de la mano de la psiquiatría biológica se constituye en
autonombrado paradigma de una forma que sólo podemos catalogar de tramposa.
Tanto pontificar de datos, mediciones y ciencia pura y dura y, al final, todas
las etiologías y fisiopatologías de las llamadas enfermedades mentales quedan
despachadas con “sin duda son procesos biológicos, pero todavía no
los hemos podido determinar”. Y como hemos señalado repetidamente, “todavía”
no es un adverbio aplicable a cuestiones científicas sino a profecías
religiosas sobre futuras venidas redentoras…
Pero rechazar la MBE como
paradigma totalizador no supone rechazar el poder de la MBE como herramienta. Estamos
totalmente convencidos de que su papel como instrumento de medida es
incalculable en Medicina y también en Psiquiatría. Siempre, por supuesto,
que se use para intentar medir bien y no para intentar vender más.
La posición casi
hegemónica en nuestro entorno de la psiquiatría biológica supuestamente basada
en la MBE ignora, en sus teorías explicativas que gustan de confundir
correlaciones con causalidades y en sus prácticas de tratamiento, una serie
de hallazgos obtenidos de acuerdo con los parámetros de la MBE como herramienta.
Vemos y oímos a muchos profesionales defender con absoluta firmeza la
psiquiatría neurocientífica como
única con derecho a existir para, a continuación, argumentar que no se fían de
estudios independientes, metaanálisis muchos de ellos, que resultan ser
críticos con los fármacos producidos por las empresas que les pagan obsequios,
almuerzos y viajes diversos. Y como no se fían de dichos estudios
independientes consideran que es mejor ponerse a prescribir cada fármaco nuevo
que un amable visitador nos pone delante a
ver cómo va, sin detenerse a pensar que existe algo llamado el sesgo del
observador. Ya se sabe: por la mañana anunciamos la muerte del psicoanálisis o
las barbaridades de la antipsiquiatría, y por la tarde nos dedicamos a probar
(de hecho, más bien a hacer probar a nuestros pacientes) los fármacos que
la industria nos indica, sin molestarnos en revisar la evidencia disponible (o
muchas veces la falta de ella) sobre eficacia, tolerancia o coste.
Sin embargo, si hemos de
ser sinceros, será necesario reconocer que difícilmente
podemos confiar en la Medicina Basada en
la Evidencia como herramienta. Y no podemos hacerlo porque está
sometida a múltiples sesgos derivados de intereses de la Industria Farmacéutica, de muchos profesionales y de distintas administraciones
públicas. Sin ánimo de ser exhaustivos podemos señalar casos flagrantes.
- Los ensayos clínicos publicados son una parte nada más del total de estudios realizados. Concretamente, son la parte cuyos resultados son favorables para el laboratorio que financia el estudio.
- La financiación de la investigación ha sido dejada por los poderes públicos en manos privadas, lo que conlleva que el interés general de investigación y publicación queda supeditado al interés económico de obtención de beneficios, con un absoluto desprecio por el perjuicio que supone a los pacientes el hecho de que sus médicos no conozcan toda la información disponible sobre sus tratamientos.
- Organismos públicos encargados de aprobar y controlar los productos farmacéuticos ocultan y no hacen públicos los resultados de los estudios que la industria está obligada a proporcionarles.
- Los artículos que leemos en las revistas científicas están muchas veces bajo autoría fantasma, es decir, los flamantes cinco catedráticos que lo firman (éste artículo y otros treinta cada año) sólo ponen su nombre en un trabajo que muchas veces ha sido realizado directamente por personal a sueldo del laboratorio que financia.
- Incluso en los trabajos publicados, la manipulación de los datos, la poca representatividad de la muestra, la duración demasiado corta o larga del estudio o el empleo de variables subrogadas, llevan a que las conclusiones con frecuencia afirmen algo muy diferente a lo que los meros datos revelan.
- Todo ello lleva a que el profesional a la hora de prescribir un fármaco no tiene acceso a la mejor información posible, sino sólo a una parte incompleta y manipulada de la misma, con lo que nuestros pacientes (y eso nos incluye a todos, porque todos seremos pacientes en un momento u otro, de una manera u otra) no están bien tratados. Y no lo están por culpa de todo este entramado que la Industria Farmacéutica ha organizado porque las administraciones sanitarias públicas se lo han permitido y porque los profesionales hemos estado muy ocupados disfrutando de nuestras comidas, obsequios y viajes gratis.
Pero no todo está perdido
ni hay que echarse al monte. Cada vez más gente, en nuestras profesiones y a
nivel de la opinión pública, conoce esta situación y sabe de este tipo de
actividades.
Para poder emplear la Medicina
Basada en la Evidencia como herramienta para conocer los tratamientos
que empleamos y poder prescribirlos con la mayor eficacia y seguridad, estas
prácticas deben terminar. Pero, incluso a pesar de ellas, hace ya varios años
que se acumula una ingente cantidad de datos procedentes de ensayos clínicos y
metaanálisis que cuestionan muchas de las teorías y prácticas habituales en
nuestra disciplina acerca de la supuesta eficacia y seguridad de los fármacos
que prescribimos a los pacientes que confían en nosotros.
Por citar sólo algunos
ejemplos representativos, la Medicina
Basada en la Evidencia nos ha aportado datos claros (todavía ignorados por
muchos profesionales) desbaratando las
supuestas ventajas de los antipsicóticos nuevos sobre los clásicos, así como
planteando riesgos importantes tanto de unos como de otros o poniendo en tela
de juicio la efectividad de los antidepresivos en depresiones leves o moderadas.
Y nos parece importante
resaltar, y así queremos hacerlo, que la
MBE como herramienta es imprescindible para conocer y controlar los potenciales
efectos adversos de los psicofármacos sobre la salud física de nuestros
pacientes. No sólo poner en duda, cuando así lo indiquen los datos,
eficacias que no son tales sino, posiblemente más importante, dar la voz de
alerta ante iatrogenias potencialmente peligrosas que sólo estudios bien
diseñados en base a lo que hemos llamado la MBE como herramienta nos permitirán
conocer, y evitar. ¿Cómo se podrían llegar a conocer riesgos reales pero de
baja frecuencia, como son la hepatotoxicidad por agomelatina, el síndrome serotoninérgico
por ISRS, las arritmias por citalopram o y escitalopram, la muerte súbita por
metilfenidato u otros...?
En nuestra opinión, aceptar
la MBE como paradigma es absurdo, pero rechazarla como herramienta es perder un
arma muy valiosa si queremos una psiquiatría diferente. Y, aunque sus
resultados sean incómodos para lo que creíamos establecido y lo que
durante tanto tiempo hemos dejado que nos contaran, a lo mejor ha llegado el momento
de que empecemos a cuestionarnos una serie de cosas sobre nuestros
conocimientos teóricos, nuestra actividad clínica y nuestra posición ética,
sobre nuestros tratamientos y nuestro trato a las personas que atendemos, que
deberían ser la única motivación y el único interés de nuestro trabajo. Y estos
cuestionamientos requieren y se ven favorecidos por la MBE como herramienta.
Creemos que es, valga la
redundancia, evidente la acumulación de
evidencias que ponen en entredicho el panorama idílico dibujado por lo que
hemos llamado la Medicina Basada en la
Evidencia como paradigma o, más correctamente, por lo que podríamos
llamar el paradigma neurobiológico y físico-químico imperante. Y ello a pesar
de las graves carencias a que está sometido nuestro acceso a los datos que
proporciona la MBE como herramienta por los intereses comerciales y
profesionales a que antes hacíamos referencia. Hasta hace no mucho nos
preguntábamos, entre hastiados y cínicos, por qué todos esos datos y estudios
que se van acumulando no llevaban a un cuestionamiento
de dicho paradigma imperante. Porque, no lo olvidemos, un paradigma no son las Tablas de la Ley entregadas en un monte
lejano a un profeta por alguna deidad oscura. Un paradigma es un marco
conceptual de teorías, prácticas y dispositivos que trata de dar explicación a
un determinado ámbito del saber y justificar el funcionamiento de una
tecnología en busca de un bien, en este caso la salud mental, sea esto lo que
sea. Resumiendo, un paradigma debe ser
útil, en el caso de nuestra Psiquiatría, para explicar el funcionamiento
anómalo de la mental y para aliviar a las personas que lo sufren. Y creemos, de
nuevo, evidente, que el actual paradigma hegemónico, pese a sus promesas y
expectativas en las últimas décadas, no ha dado adecuada respuesta ni en la
explicación ni en el alivio.
Pero resulta que desde
hace no mucho, se acumulan las críticas, y cada vez en voz más alta y desde
ámbitos más diversos, a dicho paradigma. El DSM 5 ha nacido entre abucheos que
no sufrieron ninguno de sus predecesores. Son más que conocidas las opiniones
de Allen Frances, Jefe del Grupo de
Tareas del DSM-IV que, dicho sea de paso, no era demasiado mejor que su
sucesor. ¿Qué ha ocurrido en los veinte años transcurridos para que la
virulencia de los críticos haya aumentado de esta manera? En nuestra opinión,
son esos veinte años lo que ha ocurrido. Veinte años de no ver que avancemos
realmente nada en el conocimiento de los trastornos mentales y que no mejoremos
realmente nada en su tratamiento. Hemos leído estudios que encontraban mejor
pronóstico a pacientes psicóticos sin medicación que con ella, al menos en
determinados casos. Hemos leído estudios sobre pacientes esquizofrénicos de
hace 50 años cuyo pronóstico ya querríamos en nuestras actuales unidades de
agudos. Hemos leído estudios sobre pronóstico de la esquizofrenia en países en
vías de desarrollo que ya desearíamos en nuestro occidente civilizado… Toda esa
acumulación de datos creemos que, ahora sí y a pesar de los grandes intereses
económicos en juego, puede acabar forzando un cuestionamiento del paradigma
biologicista predominante.
Y no es sólo Frances. La British
Psychological Association publica un documento hace unos meses abogando
directamente por un cambio de paradigma. Un destacado grupo de psiquiatras
británicos como Philip Thomas, Sami
Timimi o Joanna Moncrieff viene hace años publicando asiduamente
reflexiones en tal sentido. El Dr.Healy,
a quien hemos tenido el honor de escuchar, es una voz crítica de primer nivel y
más que reconocido prestigio. El mismo NIMH,
aunque desde coordenadas aún más biologicistas pero con la misma carencia de
base empírica, rechazó también el DSM 5, a pesar de componendas posteriores…
¿Y a dónde queremos llegar
con todo esto? La MBE como paradigma o
trasunto del paradigma biológico creemos que está herida, porque ya no es útil.
O, por decirlo más claramente, no es útil para nuestros pacientes, como
muchas asociaciones de ex-usuarios y supervivientes de la Psiquiatría vienen
defendiendo cada vez más claramente. Y si, como nos gustaría pensar, estamos
ante un posible cambio de paradigma, debemos estar alertas a que no sea de
nuevo aprovechado por intereses comerciales y nos vendan una nueva moto en la línea de la farmacogenética y otras
baratijas de cristal que empiezan a llegar a la aldea… Deberíamos, apoyados en la información de la MBE como
herramienta y en el perfeccionamiento de la misma a través del fin de la
ocultación y manipulación de estudios y datos, llevar nuestra profesión,
nuestra Psiquiatría, tanto como ciencia
en busca de un saber sobre lo mental como de tecnología en busca de una utilidad de alivio al sufrimiento, a un nuevo paradigma, posiblemente vinculado
estrechamente a lo social, que no
descuide el aspecto biológico de los trastornos (porque no somos más, ni menos, que organismos biológicos, pero sí mucho más que neurotransmisores que suben o
bajan o genes traviesos que se esconden a los investigadores más esforzados), un nuevo paradigma que sea más útil para entender, atender y ayudar a nuestros pacientes. Un
paradigma nacido, desarrollado y marcado por la ética, que es de lo que debería
ir todo esto.
Y, por concretar, nos
gustaría dirigir unas preguntas al Dr.Healy para el debate:
- ¿Cree que la
Psiquiatría debe rechazar la MBE como paradigma o también la MBE como
herramienta?
- ¿Cree que, si
desaparecieran los sesgos debidos a los intereses comerciales y
profesionales (tales como la ocultación de estudios, la manipulación de
datos, la autoría fantasma, etc.) sí sería útil en psiquiatría la MBE como
herramienta?
- ¿Cree que
podríamos saber lo que ahora sabemos sobre muchos engaños promovidos por
la industria farmacéutica (sobre eficacias y seguridades que no son tales)
si no hubiera sido por estudios y metaanálisis llevados a cabo bajo los
parámetros de la MBE como herramienta?
- ¿En qué
debemos apoyarnos para lograr el conocimiento sobre eficacia, tolerancia y
seguridad de los fármacos que prescribimos si rechazamos los parámetros de
la MBE?
- ¿Cómo
podríamos maximizar los beneficios y utilidades que puede tener la MBE y
sus ensayos clínicos a la vez que controlamos sus posibles peligros?
- ¿Cómo
controlar los riesgos inherentes a nuevos tratamientos farmacológicos (o
antiguos) sin ensayos clínicos previos de seguridad de tales fármacos?
- Y, por
último, me gustaría preguntar, no ya al Dr.Healy sino a nosotros mismos
como profesionales, ¿cuántas pruebas más necesitamos ver de los manejos de
la industria farmacéutica en relación con la manipulación, distorsión y
ocultamiento de la información científica sobre los fármacos que
prescribimos a nuestros pacientes, antes de que decidamos cortar vínculos
personales con dicha industria y obligar a nuestras asociaciones
profesionales, como ya hace la Asociación
Madrileña de Salud Mental, a llevar a cabo sus actos científicos libres
de humos industriales?
Muchísimas gracias por
anticipado al Dr.Healy por sus respuestas y a todos ustedes por su atención.
La MBE es una herramienta, donde generalmente sus errores son marcados por mas medicina basada en la evidencia. esa fortaleza de este metodo es su mayor virtud.
ResponderEliminarEl problema de la psiquiatria practicada sin MBE es la demarcacion, en nombre de la subjetividad y del "sufriente" se entra en un "todo vale" que no tiene fin, encontrandonos con Freudianos, lacanianos, jungianos, psicologos astrales, psicologia de la regresion a vidas pasadas, etc.
Creo que la MBE es una excelente herramienta, si es bien usada, es muy lenta en su aprendizaje y es imprescindible circular por sus vias mientras no exista algo superador, dejando el todo vale de lado
Un texto en donde los términos del campo de las neurociencias tales como, déficit de neurotransmisores, alteración sináptica, pruebas tomograficas, acción de las endorfinas aparezcan junto a las esquizofrenias o T. Bipolares y cuyo nexo de unión se limite a: "se cree que", "se piensa que en un futuro", "existen indicios que supuestamente" no deja de ser una falacia recubierta de "cientifismo" al menos del mismo orden que el de las escuelas freudianas. Antonio Sánchez
Eliminar