Recientemente ha llegado a nuestras manos un texto firmado por Francesc Colom, Xaro Sánchez y Eduard Vieta, de título llamativo: ¿Es posible prevenir matanzas como la de Noruega?. Dicho texto hace referencia a los asesinatos múltiples llevados a cabo por Anders Breivik el pasado julio. Querríamos comentar nuestra opinión sobre algunas de sus afirmaciones.
Copiamos textualmente: "La literatura científica es sólida al respecto: padecer un trastorno psiquiátrico grave aumenta el riesgo de llevar a cabo crímenes violentos entre 2 y 13 veces". La verdad es que nos ha llamado poderosamente la atención, ya que la bibliografía habitualmente suele respaldar la opinión contraria, es decir, que los pacientes psicóticos protagonizan menos crímenes que el conjunto de la población. Nos preguntamos cuál es esa literatura científica sólida a la que aluden Colom, Sánchez y Vieta. Lo mismo se preguntó el Dr.Jordi Marfá, en una carta dirigida a los autores, quienes a su vez le respondieron indicándole la referencia en cuestión: Vinkers et al, Crim Behav Mental Health, 2011.
Vayamos por partes.
Nos parece curioso que se considere literatura científica sólida a una única referencia bibliográfica, citada además de una forma un tanto incompleta, sin número de volumen o páginas de la revista. De hecho, es la primera vez que no somos capaces de encontrar en internet ni siquiera una referencia a dicho artículo, no digamos ya el abstract o el texto completo. Que no se nos entienda mal: no dudamos de su existencia, pero tampoco parece que su impacto esté conmoviendo el estado científico de la cuestión (como debería ser al contradecir un conocimiento previo bastante arraigado).
Tal vez el problema radique en que trastornos mentales graves, término que usan los autores, a lo mejor no equivale a psicosis. Ellos no lo explicitan pero, tal vez, estén considerando como trastornos mentales graves posibles trastornos de personalidad como el antisocial, que se caracerizan por conductas problemáticas y violentas que ignoran las normas y leyes de una determinada sociedad. Dejando de lado el sentido o no (en nuestra opinión, más bien sinsentido) de considerar a semejante constructo una enfermedad, si dicho trastorno de personalidad se incluye en los llamados trastornos mentales graves, entonces sí es posible, por un lamentable argumento circular, que las personas con trastorno mental grave sean violentas (ya que previamente hemos catalogado a las personas violentas, por el hecho de serlo, como trastornos mentales). Una muestra del extraordinaria nivel de razonamiento y argumentación que está alcanzando nuestro en otro tiempo brillante discurso psiquiátrico.
Evidentemente, la alarma que semejante afirmación (tan sólidamente fundamentada como hemos visto) puede causar en una opinión pública horrorizada por la masacre de Noruega ayudará sin duda mucho en nuestra lucha contra el estigma del enfermo mental.
Sigamos con otro párrafo de Colom, Sánchez y Vieta: "Podríamos jugar a Perry Mason o a Dr House, y argumentar que Breivik padece un trastorno antisocial de la personalidad por su planificación, frialdad y aparente falta de arrepentimiento con la que actuó. O bien especular que padece un trastorno delirante crónico por el odio extremo hacia socialistas y musulmanes a los que Breivik culpaba de todos sus males. Puede que se trate de un trastorno de la personalidad narcisista al considerarse a sí mismo como “el monstruo más grande desde la Segunda Guerra Mundial”. O incluso de un enfermo con varios trastornos a la vez. Pero aunque es obvio para nosotros que adolece de una grave psicopatología, no sabemos cuál es. El Sr. Breivik no es nuestro paciente. Psicólogos y psiquiatras no somos adivinos ni aficionados a la mera especulación. Sólo científicos."
Nos deja sencillamente anonadados.
En primer lugar, los autores se lanzan a un diagnóstico diferencial más que completo: trastorno antisocial de la personalidad, trastorno delirante crónico, trastorno de la personalidad narcisista o, por supuesto, varios a la vez, no vayamos a olvidarnos de nuestra querida comorbilidad. Y la frase genial: "aunque es obvio para nosotros que adolece de una grave psicopatología, no sabemos cuál es". Y nos preguntamos, ¿cómo puede ser obvia una psicopatología que no se conoce?. Es decir, ¿puede ser obvio que el paciente tiene una serie de síntomas y no tener ni idea de cuáles son?. Es curioso y nos provoca un ligero, pero soportable, sentimiento de inferioridad, ya que nosotros necesitamos entrevistas de veinte minutos o media hora para hacernos una primera y provisional idea de la psicopatología que puede presentar una persona, mientras que los doctores Colom, Sánchez y Vieta sólo precisan leer un par de artículos en el periódico o ver un poco el telediario para poder afirmar que, obviamente, existe una grave psicopatología. Todo ello a miles de kilómetros del individuo en cuestión, con el que nunca han hablado. Y además, todavía nos dicen que "Psicólogos y psiquiatras no somos adivinos ni aficionados a la mera especulación. Sólo científicos". Pues menos mal, aunque eso de declarar como obvia la existencia de una grave psicopatología (aunque no se tenga ni idea de cuál), en una persona a la que no se ha entrevistado, no nos digan que no suena un poquito a especulación... Pero no. Somos científicos, ya saben, esa cosa de recoger datos de forma fiable, contrastarlos, realizar hipótesis y someterlas a experimentación... Vamos, algo así como oír en la radio la terrible noticia y soltar: "pa`mí que este tío tiene que estar loco...". Lo dicho: muy científico, sin duda.
O tal vez el razonamiento va por otro lado. Tal vez el acto de dar muerte a decenas de personas sea lo que defina a ese individuo como loco o enfermo mental. Lo que supondría que dicha conducta es en sí y necesariamente un síntoma de enfermedad mental. Pero este razonamiento plantea muchos interrogantes. Por ejemplo: si matar a muchas personas sin remordimiento te diagnostica como enfermo mental, ¿si las matas pero luego te remuerde la conciencia es que no eras un enfermo, o que lo eras y luego te has curado?; ¿si en vez de matar a muchas, matas a pocas significa que estas sano?, ¿cuántas son pocas y cuántas muchas?; ¿si sólo matas a una ya eres un enfermo?; si matar a muchas personas por una cuestión aparentemente ideológica o política significa que padeces una enfermedad mental, ¿todos los terroristas que en el mundo han sido son enfermos mentales necesitados de tratamiento?; ¿hay algún otro motivo para matar a muchas personas que no sea ideológico que tal vez no te diagnostique de enfermo mental?; si no eres tú el que mata a muchos, sino que sólo das la orden, ¿también eres un enfermo mental?, ¿lo eres si no lo haces ni lo ordenas, pero votas a quien lo ha ordenado?...
Creemos que el razonamiento acaba llevando al absurdo. La historia de la humanidad está llena de crímenes. Que algunos hayan sido cometidos por personas con psicosis (o lo que sea eso del trastorno mental grave) es cierto. Como lo es que muchos más han sido cometidos por gente respetable que obedecía órdenes de gente aún más respetable. Lo terrible de los campos de concentración era que los nazis no eran monstruos. Eran sólo hombres. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Y muchas veces lo peor no ocurre porque un férreo sistema de control y seguridad lo impide, con penas severas a quien no respete el orden social, tanto en democracias como en dictaduras. Pero, ¿qué ocurre cuando ese orden social se desmorona?. Cuando los países se precipitan al caos, sin leyes ni guardianes de las leyes, como pasó en Ruanda, en Yugoslavia, en Vietnam, en Irak, en cualquier zona de guerra a lo largo de la Historia, entonces se suceden los asesinatos, las violaciones, los saqueos... ¿Tal vez de repente se descompensa la neurotransmisión de miles de cerebros a la vez?. Puede ser, pero creemos que es más plausible la explicación de que el hombre es capaz de hacer el bien o el mal. Pero no debemos olvidar que el bien y el mal son categorías éticas y no clínicas.
Considerar que hacer el mal equivale a enfermedad o hablar de, como dice el texto en otra frase impagable, "el cerebro malfuncionante del homicida en masa", supone tomar por enfermos a los asesinos que la historia ha visto y verá. Pero la consecuencia es, o debería ser, evidente: si los asesinatos se deben a que tu cerebro funciona mal, entonces tú no tienes ninguna responsabilidad en ellos. Nadie te acusaría por ser diabético si tu páncreas funciona mal o por ser miope si son tus ojos los que no rinden. Si tu cerebro funciona defectuosamente, tú eres un enfermo necesitado de tratamiento y no de castigo. Nos parece que las consecuencias a nivel de desrresponsabilización son, sencillamante, terribles. El asesino en masa es inocente. El violador podría ser inocente también, o el pederasta, o el maltratador... ¿Ésa es la sociedad que queremos?
Y no olvidemos otro detalle, no carente de cierta importancia: Aquí nadie explica, porque nadie sabe, cuál es exactamente ese funcionamiento erróneo del cerebro. Sí, ya sabemos que hay muchas hipótesis, datos, genes, neurotransmisores y receptores... Pero, y citamos textualmente: "no podemos señalar una lesión o una causa específicas para estas enfermedades". La cita es de Nancy Andreasen en su libro Un cerebro feliz, página 173. La frase empieza por "todavía" que, como no nos cansamos de repetir, nos parece un adverbio de tiempo más propio de profetas o adivinos que de científicos; y las enfermedades a que se refiere son, por supuesto, las enfermedades mentales. La autora parece, en principio, poco sospechosa de intereses antipsiquiátricos o veleidades psicoanalíticas.
Aunque, por comentarlo todo, considerar como enfermos mentales a todos los criminales sí tendría el efecto beneficioso de incrementar generosamente las cuentas de beneficios de nuestra altruista y generosa industria farmacéutica. Ello posibilitaría mantener el 30% de su presupuesto destinado a marketing como hasta ahora, sin incrementar el 15% que dedica a investigación, como hasta ahora, (si alguien está sinceramente preocupado por cómo el recorte de beneficios de las empresas farmacéuticas va a influir negativamente en la investigación, que deje de irse de cenas y viajes y pida que dediquen ese dinero a I+D y no a sobornar médicos). De todas maneras, no creo que eso tampoco ayudara la población griega afecta de cáncer, que se ha quedado sin suministro de medicinas (cosa que, de todas maneras, ocurre desde siempre en los países subdesarrollados).
De todas maneras, parte de todo este debate se va a acabar superando. Colom, Sánchez y Vieta afirman que el 40% de la población mundial padece algún trastorno mental (es decir, 2.400 millones de personas en el mundo requerirían asistencia psiquiátrica; 18,5 milones en España... ¿sólo a nosotros nos parece absurdamente ridículo o ridículamente absurdo?). Pero con el advenimeinto del DSM-V (y si no, del VI), creemos que ya se llegará a la conclusión de que el 100% de la población mundial tiene una (o varias, no olvidemos la comorbilidad) enfermedades mentales. Y con ello, se habrá cerrado para siempre el debate de si las personas con enfermedad mental son más violentas que las personas sanas mentalmente.
Porque ya no habrá nadie que pueda ser considerado sano mentalmente.