martes, 23 de septiembre de 2014

Sobre la violencia (Fernando Colina, en "Sobre la locura")


Si nos leen de vez en cuando, sabrán que Fernando Colina ha sido y es uno de nuestros autores de referencia. Obras como El saber delirante o la reciente Sobre la locura, así como múltiples conferencias en que hemos oído el desarrollo de su pensamiento psiquiátrico han contribuido, en cierta medida, a configurar el nuestro. Digamos también que, por supuesto, no suscribimos dicho pensamiento de forma completa ni mucho menos acrítica: la idea, que repite habitualmente y deudora de planteamientos psicoanalíticos lacanianos, de que el psicótico carece de deseo, nos parece un prejuicio traído a la realidad desde la teoría y que, tal vez, exista sólo en la mente del clínico que así elija verlo. Por nuestra parte, tratamos todos los días con psicóticos cuyo problema no es en absoluto la falta de deseo sino las dificultades (personales, pero en gran parte también sociales) para poder luchar por su realización. O quizás lo que el pensamiento lacaniano entiende por "incapacidad para el deseo" sea, traducido, algo completamente distinto, pero en ese caso nos falta formación en lenguas extranjeras como para penetrar dicho significado.

Volviendo a Colina, también nos parece digno de admiración cómo un pensador cómo él se mantiene en constante evolución, sin afán de permanencia en los territorios teóricos ya conquistados. Una de las ultimas veces que tuvimos la suerte de escucharle fue en 2012 y nos pareció que dejaba un poco a un lado los planteamientos lacanianos más ortodoxos (para escándalo de parte de la audiencia) y se acercaba peligrosamente a Foucault. Sin duda, habrá que seguirle.

Recientemente, Colina publicó la obra Sobre la locura, de la que ya hablamos en estas páginas, y hoy queremos recoger uno de sus capítulos, que nos ha parecido especialmente lúcido (porque, por irónico que resulte,  con frecuencia el pensamiento psiquiátrico sobre la locura muestra una lamentable falta de lucidez). Se trata del capítulo titulado Sobre la violencia pero toda la obra es, creemos, imprescindible.



Sobre la violencia


Cuando tratas con la locura es difícil eludir la violencia. Entendida como brazo armado del poder, del que es consustancial, resulta inseparable de todas las prácticas de la profesión. Como violencia física o psíquica, evitable o inevitable, legítima o abusiva, controlada o impulsiva, la clínica se practica en un ambiente de ímpetu y fuerza.

Hay una hipocresía profesional subrepticia instalada en el núcleo de nuestra ocupación. La clínica está contaminada por actitudes crueles. Es su síntoma más pernicioso y, puesto que no podemos erradicarlas, conviene conocerlas lo mejor posible, identificarlas en sus múltiples manifestaciones y tratar de domesticarlas. No debemos trabajar tanto para no cometer intervenciones violentas sino para urbanizar las que inevitablemente vamos a consumar.

La violencia en algunos casos es muy manifiesta, como sucedió durante el tiempo en que primaba la idea de encerrar a los locos. Las condiciones bajo las que eran privados de libertad y amontonados en asilos y manicomios fueron inhumanas y humillantes. Sin embargo, hay otra violencia, sutil pero igualmente nociva, que es más difícil de desenmascarar. Está oculta en la concepción de las enfermedades, en las actitudes terapéuticas y en los tratamientos aplicados.

Pensemos, por ejemplo, en la noción de esquizofrenia como una enfermedad que concluye obligatoriamente en deterioro demencial. La creencia en esta evolución regresiva justifica alguna de las profecías auto cumplidas más escandalosas y dañinas de la psiquiatría. No es infrecuente encontrar en las historias de los viejos manicomios una curiosa correspondencia entre los médicos y los familiares de los enfermos que hoy escandaliza. En las cartas, el psiquiatra venía a decir lo siguiente: "Estimada señora: su hijo va a ser dado de alta próximamente. Padece esquizofrenia. Es probable que dentro de unos meses sufra un segundo brote y un nuevo internamiento. Casi seguro que éste será definitivo y le obligará a su ingreso de por vida. Lamento darle esta noticia". Lógicamente el vaticinio se cumplía. Los padres se mostraban cada vez más pasivos y pesimistas mientras que el enfermo no recibía ninguna ayuda para lograr que el pronóstico fallara en su amarga fantasía. La espera, el tiempo y unas palabras bien dirigidas convertían el presagio en algo cierto. A partir de ese momento las conciencias se tranquilizaban pues no había nada que hacer ante la poderosa naturaleza, y el prestigio del médico crecía en virtud de su agudeza diagnóstica. Todo resultaba coherente, inapelable, científico y veraz. Esta refinada forma de justificar el internamiento indefinido era difícil de superar en su eficacia, mientras que el poder del psiquiatra quedaba reforzado en su competencia técnica y en su delegada función de control social.

Hay otros ejemplos más cercanos que en apariencia son menos bárbaros pero que en el fondo resultan igual de agresivos. Observemos si no el desprecio incrédulo con que algunos profesionales valoran los riesgos que a veces asumen los pacientes, a los que condenan de antemano al fracaso. Unas veces impiden directamente sus inviables o balbucientes proyectos, otras, les basta con embarrar el camino que conduce a su consecución. Reprimen los planes de los enfermos como si cometer errores, sus errores, no fuera en muchas ocasiones el mayor éxito al que puede aspirar un psicótico, como cualquier otro hombre. En vez de encontrar algo positivo en el hecho de comenzar a trabajar aunque sea sin muchas garantías de cumplir con el empleo, de reducir la medicación por su cuenta sin excesivo acierto, de vivir independiente sin medios suficientes o cualquier otra iniciativa que orille nuestros consejos e indicaciones, cortando los proyectos del enfermo bajo la excusa de que pueden resultarle perjudiciales. La coartada de evitar un mal mayor es la más socorrida y con frecuencia la más lesiva. Bajo esta disculpa se somete a los enfermos a una disciplina rígida que anula la voluntad y suprime cualquier aliento.

Consideremos también la violencia indirecta que pueden ejercer sobre los equipos cada uno de sus miembros. A veces los componentes de un grupo son el mayor obstáculo para el tratamiento, que queda desplazado ante los intereses particulares y el entretenimiento proporcionado por las disputas internas. El desprecio al enfermo es el corolario de este regodeo egocéntrico. O, sin llegar a este extremo de rivalidad o lucha expresa, se puede apreciar también de una manera más refinada y astuta. Por ejemplo, en la media sonrisa o en la sonrisa callada que esbozan algunos terapeutas cuando ven fracasar a algún compañero. Máxime si se trata de alguien excesivamente activo e ilusionado que, por la prontitud que demuestra, pone al descubierto su posible pasividad o coloca en entredicho su pesimismo habitual. Es una triste realidad, pero las personas diligentes molestan en los equipos.

Nuestra actitud es una fuente inagotable de violencia difícil de detectar y aún más complicado de criticar o corregir. El distanciamiento indiferente o, su opuesto, el paternalismo excesivo, puede resultar para el psicótico un verdadero estrangulamiento psíquico. Toda falsa autoridad infantiliza al psicótico y lo envuelve en una atmósfera de indulgencia que daña la tolerancia y anuncia la aspiración de dirigir y transformar a nuestro antojo su modo de vida. Intentar ayudarle sin perder de vista en ningún momento el principio de libertad, y además hacerlo desprendidos suficientemente del afán de convertir a alguien o reconducir su vida a todo trance, es una tarea delicada que nos cuestiona de continuo. Amos Oz llegó a escribir que la esencia del fanatismo es tratar de cambiar a los demás. Una advertencia que sirve para recordarnos sin descanso que, poco más o menos, todos tenemos un componente fanático que en nuestras obligaciones con los psicóticos nos tienta de continuo. Una tentación que conviene conocer para evitar que, cuando menos se espera, se convierta en algo luciferino.

Cabe entender el encuentro del terapeuta con el psicótico como una confrontación en torno al gusto de convencer. De un lado, se perfila el enfermo, artífice o víctima - según lo valoremos - de una convicción sin fisuras y, del otro, vela sus armas el terapeuta sumido en un mar de dudas pero convencido de su tarea. La única diferencia no se observa tanto en el contenido de la convicción y en su grado, sino en que al enfermo le importa un bledo lo que piensen los demás sobre su delirio, mientras que el terapeuta siempre cae en la tentación de dar buenas razones y argumentar a troche y moche. Es su derecho, su obligación hasta cierto punto y sin duda su debilidad. Sin embargo, persuadir sólo conduce a la sumisión y al servilismo, a la conciencia alienada y a la sustitución de la verdad por la obediencia.

La clínica es un ejercicio de poder ante el que no podemos batirnos en retirada, pero que sólo alcanza valor terapéutico si trae aparejado un cuestionamiento explícito, una duda que mantenga la conciencia en ascuas para detectar los potenciales abusos que cometemos. Artaud dedicó unas memorables palabras a la oscura violencia que puede esconderse bajo una actitud samaritana: "Se trata de una de esas suaves pláticas de psiquiatra bonachón que parecen inofensivas, pero que dejan en el corazón algo así como la huella de una lengüita negra, la anodina lengüita negra de una salamandra venenosa". Del mismo modo que denunció oportunamente, dañado por la misma ignominia, "los hediondos conciliábulos que se producen entre familiares y médicos".

Desgraciadamente, nuestra tarea clínica no se desarrolla en un ambiente aséptico y recogido, a solas entre el loco y el alienista, sino que siempre se interfieren la familia y la sociedad. Todo cuanto acordamos con el psicótico, de modo explícito o implícito, tenemos que ponerlo luego a prueba en nuestro medio real y someterlo a la sanción o aprobación de los demás. El sistema, la cultura, la familia, las administraciones y el medio institucional condicionan la actividad de un modo decisorio. Nuestra aportación es el resultado de sumar todos esos elementos intentando no añadir más alienación a la que ya hay.

Se ha llegado a afirmar que la violencia es uno de los recursos que tiene el hombre para cerciorarse de que está vivo. De ser así, no es de extrañar que la vitalidad del terapeuta descanse, con más frecuencia de la imprescindible, en defenderse con ella y dejar que aparezca por sorpresa detrás de cualquier esquina. Surge, por ejemplo, tras el poder de nombrar, cuando categoriza o diagnostica en exceso. O, bajo una falsa neutralidad acogedora, si a la vez impone tratamientos que encierran una intimidación desproporcionada. En general, cuanto más impotente se sienta el alienista para rectificar al loco y curar la locura tanto más ideará terapéuticas infames. El epítome de todas ellas es todavía hoy el recurso a la solución del electrochoque. Esa guillotina eléctrica a la que se confía que solucione por sí sola nuestra impotencia, aquello que uno no ha sabido enfrentar o no ha podido soportar. Las indicaciones del electrochoque son el fiel reflejo de una humillación personal que no acertamos a transformar en humildad. Son el heredero de la peor psiquiatría manicomial. De entre las mil maneras que ha ideado la psiquiatría para tapar la boca de los locos, incluso cuando no se aguanta su silencio, la descarga voltaica es la más aparente y representativa para lograr su conformidad.

Recordemos, como ilustración ejemplar de esta exposición, un texto de Foderé que, salvando el contenido y el tono que marca la distancia temporal, revela una actualidad reveladora. En su Tratado del delirio de 1817, escribe: "Un bello físico, es decir, un físico noble y varonil, es quizá, en general, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profesión; es sobre todo indispensable junto a los locos para poder imponerse a ellos. Cabellos castaños o blanqueados por la edad, ojos vivos, una compostura fiera, miembros y pecho anunciando la fuerza y la salud, rasgos prominentes, una voz fuerte y expresiva: tales son las formas que en general causan un gran efecto sobre los individuos que se creen por encima de los demás".



viernes, 5 de septiembre de 2014

"La Psiquiatría se hunde" (por Peter Gøtzsche, vía nogracias.eu)



Gracias a la imprescindible web de NoGracias, hemos tenido acceso a la traducción de un texto crítico con la psiquiatría que habíamos leído en inglés hace un tiempo en el blog de David Healy. El autor de dicho texto es Peter Gøtzsche, autor también de un libro que acaba de publicarse en castellano: "Medicamentos que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud". Desde luego, el título no es sutil ni dejará indiferente a nadie. ¿Y quién es Peter Gøtzsche se preguntarán, como nos preguntamos nosotros en su día?. Recogemos unos apuntes de su biografía desde la página de NoGracias:


PETER C. GØTZSCHE- Es danés y director del Nordic Cochrane Center. Master of Science en biología y química (1974), se doctoró en medicina en 1984. Mientras estudiaba en la facultad, trabajó en los departamentos de ensayos clínicos y regulación de medicamentos de algunas empresas farmacéuticas. Posteriormente ejerció la medicina en diversos hospitales de Copenhague. En 1993 fundó, junto con otros colegas internacionales, The Cochrane Collaboration, y ese mismo año creó el Nordic Cochrane Center. Desde 2010 ocupa la cátedra de Diseño y Análisis de Investigaciones Clínicas en la Universidad de Copenhague.

Ha publicado más de setenta artículos en las Big Five, las cinco principales revistas científicas mundiales dedicada a la medicina (British Medical Journal, The Lancet, JAMA: The Journal of the American Medical Association, Annals of Internal Medicine y New England Journal of Medicine), y sus trabajos han sido citados más de 14.000 veces. Es autor de los libros Mammography Screening: Truth, Lies and Controversy (Radcliffe, 2012) y Rational Diagnosis and Treatment: Evidence-Based Clinical DecisionMaking (Wiley, 2007).


No sabemos si les impresiona, pero les podemos asegurar que a nosotros sí.

El libro acaba de ponerse a la venta en España y aún no lo hemos leído completo, pero por los avances que hemos visto de la edición en inglés, creemos que se convertirá en una obra fundamental en la cada vez más frecuente denuncia (y por personas que saben de lo que hablan y tienen sobrada autoridad para hacerlo) de los usos y abusos de la industria farmacéutica, junto con la connivencia de los profesionales y la colaboración y ausencia de control por parte de las administraciones públicas. Una situación escandalosa no sólo desde un punto de vista ético a nivel teórico, sino terriblemente práctico por las repercusiones en términos de daños y muertes provocados por tácticas comerciales inmorales cuyos responsables, en distintos ámbitos, no parecen especialmente preocupados por detener.

Como aún no hemos leído el libro, vamos a dejar unos enlaces, también obtenidos en la página de NoGracias, con la opinión de personas que sí lo han leído:








En fin, que no deberían perdérselo. La ignorancia muchas veces nos convierte en cómplices (fue nuestro mismo caso), pero el saber es la primera condición del poder. Este libro está lleno de saber sobre una realidad que debemos cambiar. Y cada uno en su nivel, debemos ejercer el poder de que dispongamos para cambiarla.

A continuación, reproducimos el texto completo de la entrada de NoGracias con la traducción del artículo de Gøtzsche sobre la psiquiatría actual y algunos de los mitos que la sostienen. Se titula "La Psiquiatría se hunde" y el contenido no desmerece el título. Si uno forma parte del gremio, como nosotros, desde luego es incómodo de leer. Hay quien nos dijo que "tirábamos piedras contra nuestro propio tejado" al criticar (aspectos de) la psiquiatría. Como respondimos, con semejante argumento seguiríamos empleando shocks insulínicos y grilletes. Es decir, si algo no funciona o no funciona bien, lo primero para poder arreglarlo o cambiarlo es precisamente saber que no funciona. Esconder la cabeza en la arena no es buena solución, sobre todo para las personas que se supone debemos atender y cuidar.

Sin más, la entrada de NoGracias con el texto de Gøtzsche, y algún pequeño añadido desde el blog de David Healy:



Peter Gøtzsche viene a España en septiembre a presentar su libro “Medicamentos que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud”

Merece la pena difundir su última polémica, basada, precisamente, en muchos de los datos que aporta en su libro, acerca de la profunda crisis, de la que ya hemos hablado (aquí, aquí o aqui), en la que se encuentra la psiquiatría al haber abrazado el puro enfoque farmacológico en su manejo de los trastornos emocionales y psicológicos y haberse convertido, debido a la debilidad de las variables que maneja, en víctima propiciatoria de la manipulación de las pruebas científicas que hace la investigación patrocinada por la industria farmacéutica. Lamentablemente, con terribles consecuencias para los pacientes. Lamentablemente, con una terrible falta de autocrítica o una mínima explicación a los datos alarmantes que Peter Gøtzsche expone por parte de los psiquiatras

Pasen y lean. Gøtzsche en estado puro.



“El 6 de enero de 2014, publiqué el artículo “Psiquiatría Gone Astray” en un importante periódico de Dinamarca (Politiken), que comenzó un debate importante sobre el uso y abuso de las drogas psiquiátricas. Numerosos artículos le siguieron, algunos escritos por psiquiatras que estaban de acuerdo con mis puntos de vista. Durante más de un mes, no hubo ni un solo día sin discusión de estos temas en la radio, la televisión o en los periódicos, y también hubo debates en los departamentos de psiquiatría. Gente en Noruega y Suecia me ha dado las gracias por haber iniciado el debate, diciendo que es imposible tener este tipo de debates públicos acerca de la psiquiatría en su país, y he recibido cientos de correos electrónicos de pacientes que han confirmado con sus propias historias que lo que escribí en mi artículo es verdad.

Tres meses antes, di una conferencia de una hora sobre estos temas en danés, que fue filmada y colocada en You Tube con subtítulos en inglés. Después de sólo dos semanas, había sido vista por más de 10.000 personas de más de 100 países.

Lo que esto me dice es que debo haber tocado algo que es muy relevante. Por lo tanto, traduje mi artículo y David Healy lo colgó en su sitio web. También apareció en www.madinamerica.com, el sitio del periodista científico Robert Whitaker, que da muchas conferencias para psiquiatras y cuyo reciente libro, “Anatomía de una epidemia”, fue una auténtica revelación para mí, al igual que el de David Healy “Démosles de comer Prozac “.

El 8 de febrero de 2014, el psiquiatra George Dawson escribió “Una respuesta obvia a ‘Psiquiatría Gone Astray“‘ en su blog. Después de leer el blog de Dawson, siento que la última frase en mi artículo, que no fue traducida al Inglés, adquiere relevancia:

“Será difícil (cambiar las cosas) mientras los líderes de la psiquiatría sigan ciegos a los hechos y no vean que su especialidad está en una profunda crisis“.

También es relevante citar las primeras frases en mi artículo:

“En el Centro Cochrane Nórdico, hemos investigado los antidepresivos durante varios años y siempre me he preguntado por qué los principales profesores de psiquiatría basan su práctica en una serie de mitos erróneos. Estos mitos son perjudiciales para los pacientes. Muchos psiquiatras son muy conscientes de que los mitos no se sostienen pero no se atreven a apartarse de las posiciones oficiales, debido a que les preocupa su carrera. Soy un especialista en medicina interna, no me arriesgo a arruinar mi carrera por provocar la ira de los profesores y trataré desde aquí ir al rescate de muchos psiquiatras y pacientes con conciencia pero oprimidos por una lista de los peores mitos y explicar por qué son tan perjudiciales“.

Hice una lista de 10 mitos en mi artículo, que voy a repetir aquí para refutar la crítica de Dawson a cada uno de ellos. Dawson dice que los mitos que describo “son mitos en la mente del autor: no conozco ningún psiquiatra que piense así”. Como acabo de indicar, no hay persona más ciega que la que no quiere ver y ningún psiquiatra más sordo que el que no quiere escuchar. Todo lo que escribí en mi artículo se ha documentado, la mayor parte de él en mi libro “Medicamentos que matan y crimen organizado” y muchas contestaciones en su propio blog muestran que Dawson está equivocado.



Mito 1: La enfermedad mental está causada por un desequilibrio químico en el cerebro


Peter Gøtzsche: “A la mayoría de los pacientes se les dice esto pero es totalmente erróneo. No tenemos ni idea acerca de cómo interaccionan las condiciones psicosociales con los procesos bioquímicos, los receptores y las vías nerviosas que conducen a trastornos mentales, y las teorías de que a los pacientes con depresión les falta serotonina y que a los pacientes con esquizofrenia les sobra, han sido siempre refutadas. La verdad es todo lo contrario. No hay desequilibrio químico en su inicio y al tratar las enfermedades mentales con medicamentos creamos el desequilibrio químico, una condición artificial que el cerebro trata de contrarrestar.

Por eso usted se siente peor cuando trata de dejar el medicamento. Un alcohólico también empeora cuando no hay más alcohol, pero esto no quiere decir que su cerebro tuviera una carencia de alcohol por la que comenzó a beber.

La gran mayoría de los médicos perjudican a sus pacientes diciéndoles que los síntomas de abstinencia significa que están aún enfermos y que todavía necesitan medicación. De esta manera, los médicos convierten a la gente en pacientes crónicos, incluyendo a los que habrían estado bien sin ningún tratamiento. Esta es una de las principales razones de que el número de pacientes con trastornos mentales esté aumentando y de que el número de pacientes que nunca volverá al mercado de trabajo también aumente. Esto se debe en gran parte a las drogas y no la enfermedad”.

Dawson: “Esta es una pista falsa que con frecuencia aparece en los medios de comunicación y, a menudo, se ha relacionado con una teoría de la conspiración sobre que los psiquiatras son herramientas de las empresas farmacéuticas y que probablemente originó esta idea. ¿Cuáles son los hechos? ”

Peter Gøtzsche: “Los hechos son abundantes. Muchos documentos escritos por psiquiatras han afirmado esto y también es cierto lo que la mayoría de los pacientes dicen que sus psiquiatras les dicen. He dado conferencias para pacientes y la mayoría de los pacientes dicen que se les ha dado exactamente este argumento engañoso acerca del desequilibrio químico. Los medicamentos no curan un desequilibrio químico; crean uno que es muy difícil de revertir de nuevo”.



Mito 2: No hay ningún problema para dejar el tratamiento con antidepresivos


Peter Gøtzsche: “Un profesor de psiquiatría de Dinamarca dijo esto mismo en una reciente reunión de psiquiatras justo después de que yo acabara de explicar lo difícil que era para los pacientes dejarlos. Afortunadamente, fue rectificado por dos profesores extranjeros que también estaban en la reunión. Uno de ellos había hecho un ensayo clínico con pacientes que sufrían de trastorno de pánico y agorafobia y la mitad de ellos encontraron difícil dejarlo aun con una disminución de las dosis muy progresiva. No se debe a que la depresión haya regresado, con pacientes que no estaban deprimidos, para empezar. Los síntomas de abstinencia se deben principalmente a los propios antidepresivos y no a que la enfermedad haya recurrido.

Dawson: “Otra cortina de humo“.

Peter Gøtzsche: Dawson está de acuerdo en que puede haber “dificultad para suspender los antidepresivos” pero luego trata de salir del apuro al señalar que esto también se ve con otros medicamentos además de los psiquiátricos. Permítanme decir que un estacionamiento ilegal no hace al siguiente legal. Dawson está de acuerdo conmigo pero trata de decir que no está de acuerdo. Bastante raro.



Mito 3: Los fármacos psicotrópicos para las enfermedades mentales son como la insulina para la diabetes


Peter Gøtzsche: La mayoría de los pacientes con depresión o esquizofrenia han escuchado esta falsedad una y otra vez, casi como un mantra, en televisión, radio y periódicos. Cuando le das insulina a un paciente con diabetes, usted da al paciente algo de lo que carece llamado insulina. Ya que nunca hemos sido capaces de demostrar que a un paciente con un trastorno mental le falte algo o que a una persona que no esté enferma es porque no le falta nada, es incorrecto utilizar esta analogía.

Los pacientes con depresión no carecen de serotonina y hay medicamentos que funcionan para la depresión que en realidad bajan la serotonina. Por otra parte, a diferencia de la insulina, que simplemente sustituye lo que al paciente le falta y no hace nada más, los psicofármacos tienen una muy amplia gama de efectos en todo el cuerpo, muchos de ellos perjudiciales. Así que, también por esta razón, la analogía de la insulina es muy engañosa”.

Dawson inventa testaferros aquí, por ejemplo, diciendo: “¿Me estoy poniendo la prednisona para el asma porque soy deficiente en prednisona?”

Peter Gøtzsche: Esto está totalmente fuera de la cuestión ya que ningún especialista en asma sería tan tonto como lo son muchos psiquiatras. Una vez más, la mayoría de los pacientes me han dicho que esto es lo que sus psiquiatras les dicen, y los profesores de psiquiatría también han propagado este mito públicamente, por ejemplo, en numerosas entrevistas y en artículos escritos por ellos mismos.



Mito 4: Los fármacos psicotrópicos reducen el número de pacientes con enfermedades crónicas


Peter Gøtzsche: Este es probablemente el peor mito de todos ellos. El periodista científico de EEUU Robert Whitaker demuestra convincentemente en “Anatomía de una epidemia” que el aumento del uso de medicamentos no sólo mantiene a los pacientes atrapados en el papel de enfermos sino que también convierte muchos de los problemas que habrían sido transitorios en enfermedades crónicas.

Si hubiera algo de verdad en el mito de la insulina, se habría esperado ver un menor número de pacientes incapaces de valerse por sí mismos. Justo lo contrario de lo que ha sucedido. La prueba más clara de ello es también la más trágica si consideramos el destino de nuestros hijos después de que hayamos empezamos a tratarlos masivamente con medicamentos. En los Estados Unidos, los psiquiatras reciben más dinero de los fabricantes de medicamentos que los médicos de otras especialidades y los psiquiatras que reciben más cantidad de pagos son los que tienden a prescribir antipsicóticos a los niños con más frecuencia. Esto plantea una sospecha de corrupción en el juicio clínico.

Las consecuencias son terribles. En 1987, justo antes de que los nuevos antidepresivos (ISRS o píldoras felices) aparecieran en el mercado, muy pocos niños en los Estados Unidos eran discapacitados mentales. Veinte años más tarde, hay más de 500.000, lo que representa un aumento de 35 veces. El número de personas con discapacidad mental se ha disparado en todos los países occidentales. Una de las peores consecuencias es que el tratamiento con medicamentos para el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y las píldoras de la felicidad han creado una enfermedad completamente nueva en, aproximadamente, el 10% de los tratados: el trastorno bipolar, anteriormente llamado enfermedad maníaco depresiva.

Un destacado psiquiatra ha afirmado que es “muy raro” que los pacientes que toman antidepresivos se conviertan en bipolares. Eso no es cierto. El número de niños con trastorno bipolar aumentó más de 35 veces en los Estados Unidos, que es un hecho muy grave, ya que tratamos con fármacos antipsicóticos este trastorno. Los fármacos antipsicóticos son muy peligrosos y una de las principales razones por las que los pacientes con esquizofrenia viven 20 años menos que otros pacientes. He estimado en mi libro, “Medicamentos que matan y Crimen Organizado” que con sólo una de las muchas preparaciones, el Zyprexa (olanzapina), han muerto más de 200.000 pacientes en todo el mundo.

Dawson: “Yo no sé de nadie que haya sugerido esta realidad.”

Peter Gøtzsche: Perdóneme, pero, Dawson, debe ser ciego y sordo para que no se haya enterado de algo sobre lo que escriben los psiquiatras todo el tiempo. Dawson utiliza el argumento de que mis afirmaciones son “degradantes para cualquier persona con un trastorno psiquiátrico grave que está interesado en permanecer fuera de los hospitales y ser capaz de funcionar en su vida o tratar de evitar un intento de suicidio. Ser capaz de adherirse a ese tipo de plan depende de múltiples variables incluyendo la toma de medicamentos”, y, además, dice que, ”Es imprudente sugerir lo contrario y cualquier psiquiatra conoce los resultados adversos graves que se han producido como consecuencia de la detención de un medicamento”. Whitaker ha documentado extensamente en su libro que el aumento del uso de drogas psicotrópicas ha llevado a una explosión en el número de pacientes con enfermedades crónicas y pensión de incapacidad permanente y que también ha explicado y documentado los mecanismos que hay detrás de esto.



Mito 5: Los antidepresivos no causan suicidio en niños y adolescentes


Peter Gøtzsche: Algunos profesores están dispuestos a admitir que las píldoras de la felicidad aumentan la incidencia de conducta suicida al tiempo que niegan que esto necesariamente lleve a más suicidios, aunque esté bien documentado que los dos hechos están estrechamente relacionados. El CEO de Lundbeck, Ulf Wiinberg, fue aún más lejos en un programa de radio en el año 2011, al afirmar que las píldoras felices reducían la tasa de suicidio en niños y adolescentes. Cuando el aturdido periodista le preguntó por qué entonces había una advertencia al respecto en los prospectos, respondió que ¡esperaba que los folletos fueran cambiados por las autoridades!

También se ha informado de suicidios en personas sanas, desencadenados por píldoras de la felicidad. Las empresas y los psiquiatras han culpado constantemente a la enfermedad cuando los pacientes se suicidan. Es cierto que la depresión aumenta el riesgo de suicidio, pero las píldoras felices lo aumentan aún más, por lo menos, hasta los 40 años, según un meta-análisis de 100 000 pacientes en ensayos aleatorios realizados por la Food and Drug Administration.

Dawson cree que yo revelo mi “antipatía a la medicación utilizada por los psiquiatras” al referirme a los antidepresivos como “píldoras de la felicidad.”

Peter Gøtzsche: Dawson juega la carta de la antipsiquiatría aquí, que es la última carta trucada utilizada por los psiquiatras cuando no tienen argumentos válidos. Considero que el término píldora de la felicidad es extremadamente engañoso, ya que, por ejemplo, la mitad de los pacientes tratados tienen su vida sexual afectada, lo que me ha llevado a llamarlas píldoras de la infelicidad ya que su acción principal parece ser la de arruinar la vida sexual de los pacientes. Sin embargo, ya todo el mundo usa el término (en lugar de los engorrosos “inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina”), incluyendo muchos psiquiatras, y yo también lo uso. Dawson dice que nunca ha conocido a un psiquiatra que llama a los antidepresivos “píldoras de la felicidad”, pero ¿qué se puede esperar de un hombre que parece estar ciego y sordo? Dawson afirma que “decir que las píldoras felices son una causa de suicidio es el equivalente a decir que la “medicina del azúcar” (insulina) es una causa de la hipoglucemia que daña a los niños y por lo tanto no se debe prescribir”. ¿Qué pretende exactamente Dawson por esta cortina de humo y espejos? Es un hecho, que la FDA ha demostrado, que los ISRS incrementan la conducta suicida en pacientes de hasta 40 años de edad, y los prospectos advierten sobre el riesgo de suicidio y no recomienda el uso de ISRS en niños y adolescentes. Entonces ¿por qué los usan los psiquiatras en este grupo de edad? Para utilizar la alegoría de Dawson, no usaríamos la insulina si aumentara la glucosa en sangre y el riesgo de morir de un coma diabético.



Mito 6: Los antidepresivos no tienen efectos secundarios


Peter Gøtzsche: En una reunión internacional sobre la psiquiatría en 2008, critiqué a los psiquiatras por querer cribar a muchas personas sanas para la depresión. Las pruebas de cribado recomendadas son tan pobres que una de cada tres personas sanas serán diagnosticadas erróneamente como deprimidos. Un profesor me respondió que no importaba que las personas sanas fueran tratados con píldoras de la felicidad puesto que ¡no tienen efectos secundarios!

Las píldoras de la felicidad tienen muchos efectos secundarios. Eliminan la parte superior y la parte inferior de las emociones, que, según algunos pacientes, es como vivir bajo una campana de cristal. Los pacientes se preocupan menos acerca de las consecuencias de sus acciones, pierde la empatía hacia los demás y pueden llegar a ser muy agresivos. En tiroteos en las escuelas en los Estados Unidos y en otros lugares, un número sorprendente de personas implicadas habían estado tomando antidepresivos.

Las empresas nos dicen que sólo el 5% tendrá problemas sexuales con las píldoras de la felicidad pero eso no es cierto. En un estudio diseñado para examinar este problema, los trastornos sexuales se desarrollaron en el 59% de los 1.022 pacientes que tenían una vida sexual normal antes de empezar con el antidepresivo. Los síntomas incluyen disminución de la libido, anorgasmia, incapacidad para la eyaculación y disfunción eréctil, todo en unas tasas elevadas y mala tolerancia en el 40% de los pacientes. Las píldoras de la felicidad no deberían haber sido comercializadas contra la depresión, donde su efecto es más bien pequeño, sino como pastillas para destrozar vidas sexuales.

Ingenuidad de Dawson con respecto a la industria de la droga es desgarradora. Sobre la incidencia de los problemas sexuales causados ​​por los ISRS, alude a los datos de la FDA. Pero lo que está enterrado en los archivos de la FDA no es lo que las empresas dicen a los médicos. Es cierto, que las empresas han dicho que sólo el 5% d de los pacientes tienen problemas sexuales. La verdadera tasa de problemas sexuales es superior al 50%, y hay informes de que estas alteraciones podrían convertirse en permanente, si consideramos los estudios donde las ratas mostraron menos interés en el sexo mucho después de haber dejado los medicamentos.



Mito 7: Los antidepresivos no son adictivos


Peter Gøtzsche: Seguramente lo son y no es de extrañar ya que están químicamente relacionada con y actúan como las anfetaminas. Las píldoras de la felicidad son una especie de narcóticos con receta médica. El peor argumento que he oído para justificar que las píldoras no causan dependencia es que los pacientes no requieren dosis más altas. ¿Debemos entonces también creemos que los cigarrillos no son adictivos? La gran mayoría de los fumadores consumen la misma cantidad de cigarrillos durante años.

Dawson dice que “los antidepresivos no son adictivos”.

Peter Gøtzsche: Seguramente lo son, ya que la mitad de los pacientes tienen dificultad para dejarlos, incluso con una reducción gradual y experimentan síntomas similares a los de los pacientes que tratan de salir de las benzodiazepinas.

Dawson afirma que los ISRS no tienen ningún valor en la calle y no lo haré subir; y que mi comparación con las anfetaminas está completamente fuera de lugar y en consonancia con mi falta general de conocimientos acerca de las adicciones.

Peter Gøtzsche: Permítanme decir que hay sorprendentes similitudes entre los efectos de las anfetaminas y los ISRS y también citar algunas frases de mi libro:

“En 2004, la FDA emitió una advertencia acerca de que los antidepresivos podían causar un cúmulo de síntomas por activación o estimulación como agitación, ataques de pánico, insomnio y agresividad. Se esperaban tales efectos, ya que la fluoxetina es similar a la cocaína en sus efectos sobre la serotonina (73). Curiosamente, sin embargo, cuando la EMA en 2000 siguió negando que el uso de ISRS conducía a la dependencia, no obstante afirmó que “se ha mostrado los ISRS pueden reducir la ingesta de sustancias adictivas como la cocaína y etanol. La interpretación de este aspecto es difícil”(77). La interpretación es sólo difícil para los que están tan ciegos por qué no quieren ver”.

“Hasta el año 2003, el organismo regulador de medicamentos del Reino Unido propagó la falsedad de que los ISRS no eran adictivos, pero el mismo año, la Organización Mundial de la Salud publicó un informe en el que señaló que tres ISRS (fluoxetina, paroxetina y sertralina) se encontraban entre los 30 principales drogas adictivas (62)”.



Mito 8: La prevalencia de la depresión ha aumentado mucho


Peter Gøtzsche: Un profesor argumentó en un debate televisivo que el gran consumo de píldoras de la felicidad no era un problema debido a que respondía al enorme incremento en la incidencia de la depresión de los últimos 50 años. Yo le respondí que era imposible decir mucho sobre esto porque los criterios para hacer el diagnóstico se habían relajado notablemente durante este período. Si desea contar elefantes en África, no es recomendable bajar los criterios de lo que constituye un elefante y contar todos los ñus.

Dawson y yo parecemos coincidir en que casi no hay un verdadero aumento de la prevalencia de depresión. El aumento aparente se debe a la reducción de los criterios de lo que se considera una depresión. También estoy de acuerdo con el argumento de que debido a que el 80% de los antidepresivos son prescritos por médicos de atención primaria podría haber titulado mi artículo “La atención primaria se hunde”.



Mito 9: El problema principal no es el tratamiento excesivo sino el infratratamiento


Peter Gøtzsche: Una vez más, los psiquiatras líderes están completamente fuera de la realidad. En una encuesta de 2007, el 51% de 108 psiquiatras dijeron que utilizaban demasiados medicamentos y sólo el 4% afirmó que utilizaba muy pocos. En 2001-2003, el 20% de la población estadounidense de entre 18 a 54 años recibió tratamiento por problemas emocionales y las ventas de píldoras de la felicidad son tan altos en Dinamarca que cada uno de nosotros podría estar en tratamiento durante 6 años de nuestras vidas. Eso es insano.

El principal argumento de Dawson es que no debemos culpar a los psiquiatras por el tratamiento excesivo, sino a los prescriptores de atención primaria.

Peter Gøtzsche: Claro que sin duda tienen culpa pero también los psiquiatras. Aunque el Consejo Nacional de Salud de Dinamarca recomienda que sólo un antipsicótico se debe utilizar a la vez, este no es el caso. De acuerdo con un informe de la Junta de Salud, sólo la mitad de los pacientes con esquizofrenia recibió un fármaco antipsicótico, un tercio tiene dos medicamentos y el resto tienen tres, cuatro o incluso más medicamentos.



Mito 10: Los antipsicóticos previenen el daño cerebral


Peter Gøtzsche: Algunos profesores dicen que la esquizofrenia causa daño cerebral y que, por lo tanto, es importante la utilización de antipsicóticos. Sin embargo, los antipsicóticos conducen a la contracción del cerebro y este efecto está directamente relacionado con la dosis y la duración del tratamiento. Hay otra evidencia que sugiere que uno debe utilizar antipsicóticos lo menos posible, ya que a los pacientes luego les va mejor en el largo plazo. De hecho, se puede evitar por completo el uso de antipsicóticos en la mayoría de los pacientes con esquizofrenia, lo que aumentaría significativamente las posibilidades de que se conviertan en personas saludables y, también, aumenten su esperanza de vida, ya que los antipsicóticos matan a muchos pacientes.

Dawson llama mis argumentos “Más retórica”

Peter Gøtzsche: Ellos no la utilizan. Psiquiatras líderes han escrito y han dicho a sus pacientes que necesitan tomar los medicamentos con el fin de prevenir el daño cerebral, aunque se ha documentado que los antipsicóticos causan daño cerebral en una forma dependiente de la dosis.

Dawson continúa sus inútiles intentos para matar al mensajero: “También habla de la medicación antipsicótica con la arrogancia de una persona que no tiene que tratar a las personas con psicosis aguda e increíblemente habla de que estas drogas matan gente”.

Peter Gøtzsche: Estos medicamentos matan a la gente. ¿No sabe esto Dawson? He calculado que Eli Lilly ha matado a 200.000 personas con Zyprexa que es sólo uno de los muchos fármacos antipsicóticos.

Dawson termina diciendo: “Al final de esta refutación ¿qué hemos aprendido? Yo soy más escéptico que nunca con David Healy y su sitio web”

Dawson está muy en contra de que Healy pusiera mi artículo en su sitio web y parece sugerir una vez más que un estacionamiento ilegal hace que el próximo sea legal: “Es bien conocido en los EE.UU. que la iniciativa de los CDC de hace 20 años para controlar la prescripción excesiva de antibióticos ha sido un fracaso”. ¿Y qué? Eso no resta responsabilidad a los psiquiatras ¿verdad? Creo que una dosis de autocrítica ayudaría no sólo a Dawson sino a muchos otros psiquiatras y sus pacientes.

Dawson finalmente dice que:

“los internistas tienen suficiente para centrarse en su especialidad antes de criticar un área de la que es obvio saben tan poco. El autor refiere también que está afiliado al Centro Cochrane Nórdico y creo que cualquier persona que considere los resultados de ese Instituto debería considerar lo que ha escrito aquí y su relevante conflicto de interés”.

Estas son las palabras de un hombre desesperado. A falta de buenos argumentos, Dawson dispara en todas direcciones. He hecho la investigación sobre los ISRS durante varios años; tenía un estudiante de doctorado que defendió su tesis sobre los ISRS en el año 2013; he tenido acceso a los informes de los estudios clínicos no publicados sobre los ISRS de la Agencia Europea de Medicamentos a los que nadie más fuera de la agencia tiene acceso y he comprobado como cuentan una historia completamente diferente a la de los ensayos publicados; y por lo tanto, sé más acerca de estos medicamentos que la mayoría de los psiquiatras. No tengo ni idea de a qué se refiere con mi relevante conflicto de interés. ¡No tengo ninguno! Por último, el Centro Cochrane Nórdico, que establecí hace 20 años, cuando fui co-fundador de la Colaboración Cochrane y del que he sido director desde entonces, es muy respetado por su investigación. Como ejemplo, he publicado más de 50 artículos en las cinco grandes (BMJ, Lancet, JAMA, NEJM, Anales), algo que muy pocas personas en el mundo han hecho. Así que creo que mis credenciales y mi Centro están bien.


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¿Cómo deberíamos usar los fármacos psicotrópicos?


Yo no estoy contra usar fármacos, siempre y cuando sepamos lo que estamos haciendo y sólo los usemos en situaciones donde hagan más beneficio que daño. Los fármacos psiquiátricos pueden ser útiles algunas veces para algunos pacientes, especialmente en tratamientos a corto plazo, en situaciones agudas. Pero mis estudios es este área me llevan a una conclusión muy incómoda:

“Nuestros ciudadanos estarían mucho mejor si nosotros retiráramos todas las drogas psicotrópicas del mercado ya que los médicos no son capaces de manejarlas. Es inevitable que su disponibilidad crea más daño que beneficio. Los psiquiatras deberían por lo tanto hacer todo lo que puedan para tratar con dosis tan pequeñas como sea posible, tan poco tiempo como sea posible, o no hacerlo en absoluto, con fármacos psicotrópicos".


- Peter Gøtzsche, MD; Co-fundador de la Colaboración Cochrane