sábado, 1 de diciembre de 2018

"Críticas y alternativas en psiquiatría" (Alberto Ortiz Lobo y Rafael Huertas)


Hoy publicamos una reseña de un libro reciente titulado Críticas y alternativas en psiquiatría. Se trata de una obra que cuenta con Alberto Ortiz y Rafael Huertas como coordinadores y, a la vez, como autores junto con Iván de la Mata y Vicente Ibáñez. Son autores del máximo prestigio y sus publicaciones previas han sido de gran influencia para nosotros y, nos atrevemos a afirmar, para toda la corriente de psiquiatría crítica que -todavía escasa- hay en este país y de la que intentamos formar parte con nuestros propios escritos. En este blog hemos recogido trabajos previos de ellos, sobre relación terapéutica y tratamientos en postpsiquiatría (aquí), sobre uso y abuso de antidepresivos (aquí), sobre prevención cuaternaria (aquí), sobre iatrogenia en salud mental (aquí), sobre neoliberalismo y salud mental (aquí), o reseñando alguna obra previa que consideramos imprescindible (aquí). 

El libro que nos proponemos reseñar nos ha parecido del mayor interés y, sin duda, recomendamos su lectura. Se estructura en cuatro capítulos independientes, cada uno escrito por uno de los autores mencionados, aunque sin duda, toda la obra tiene un sentido como tal. Dicho sentido, en nuestra opinión, estriba en proporcionar un preciso y certero mapa de carreteras de la situación de eso que se da en llamar psiquiatría crítica o postpsiquiatría, sobre todo en nuestro entorno, en este país. 

Comienza Rafael Huertas describiendo el movimiento antipsiquiátrico tanto en sus antecedentes históricos como en posiciones más recientes. Evidentemente, la antipsiquiatría es una de las fuentes -para nada la única- de las que bebe el movimiento crítico actual y es importante conocer qué fue y, sobre todo qué no fue. Como en varios campos de conocimiento relacionados con nuestras disciplinas psi, de la antipsiquiatría se habla mucho y se sabe poco, y el magistral capítulo de Huertas resulta esclarecedor en ese sentido. 

En segundo lugar, leemos a Iván de la Mata desgranando el tema de cómo fue la tan traída y llevada reforma psiquiátrica en España y los procesos de cambio social y político en que se desarrolló y con los que se retroalimentó. Para nosotros que, aunque ya no somos jóvenes, no vivimos aquellos acontecimientos (tampoco Iván, pero destaca su labor de investigación y la información que proporciona sobre el tema) resulta del mayor interés conocer cómo se pusieron los cimientos de la atención a la salud mental que tenemos hoy en día, qué logros se alcanzaron y qué pecados (más o menos originales) se cometieron y aún estamos pagando. Recientemente leímos también un libro de Guillermo Rendueles, titulado Las falsas promesas psiquiátricas, que recopilaba distintos trabajos de este autor y, en uno de ellos, se revisaba el tema de la reforma psiquiátrica en este país, en esta ocasión escrito por alguien que sí la vivió en primera persona. También es una lectura del mayor interés. 

El tercer capítulo del libro está escrito por Alberto Ortiz y trata de la postpsiquiatría como desafío al habitual autoritarismo profesional que suele impregnar nuestras prácticas. Desarrolla aquí Alberto un preciso estado de la cuestión, considerando postpsiquiatría y psiquiatría crítica como sinónimas, dentro de la amplia polisemia con que ambos términos son empleados. En general, también en nuestra opinión, son conceptos reservados para profesionales, sin duda críticos con la psiquiatría actual, pero no partidarios directamente de una abolición antipsiquiátrica de todo el sistema de salud mental (ya en el capítulo de Huertas aprendimos que tampoco había un plan común de la antipsiquiatría en tal dirección y que, de hecho, no puede hablarse de una antipsiquiatría como conjunto homogéneo; posiblemente -en nuestra opinión- más de uno de aquellos antipsiquiatras encajarían mejor en el término de psiquiatras críticos). Ortiz describe la postpsiquiatría como intento de resistencia al autoritarismo, al cientificismo y a la mal llamada psiquiatría biológica, y pone especial atención, como no podría ser de otro modo, en las prácticas coercitivas. En ello estamos nosotros también. 

Por último, el cuarto capítulo es de Vicente Ibáñez y revisa la situación actual del activismo profesional en salud mental, así como las dificultades que existen para coordinar los diferentes movimientos existentes y forjar amplias alianzas entre ellos. Un reflejo más, nos parece evidente, de lo que ocurre a nivel social y político entre los muy variados movimientos que se oponen al sistema actual tal como está articulado pero parecen a la vez empeñados en no ponerse de acuerdo con otros movimientos por detalles que apenas serían más que letra pequeña, dada la magnitud del enemigo a que se enfrentan -nos enfrentamos-, ya lo queramos llamar capitalismo, globalización neoliberal, heteropatriarcado, destruccion climática, etc. Todas ellas cabezas de la misma hidra que nos amenaza a todos.

Insistimos en que la obra, pese a esta clara división por temas, es un todo unitario que merece mucho leer como tal. Nos ha parecido (tal vez impresión nuestra pero tenemos claro que, una vez en sus manos, la obra es del lector) que este libro es una especie de pequeño alto en el camino para coger aire y dejar constancia de dónde hemos llegado, cuál es el paisaje que nos rodea, así como recordar de qué tierras y batallas venimos, tanto ganadas como perdidas, y aventurar qué desafíos nos aguardan. Una parada en el camino para repasar pasado y presente y encarar, con las cosas un poco más claras, el futuro que se abre ante nosotros.

Querríamos recoger textualmente algunas ideas y fragmentos del libro que nos han parecido especialmente interesantes, y dedicarles algunas líneas. Antes, señalar también que los autores optan por usar el femenino genérico a lo largo de toda la obra, en indudable toma de posición también en ese tema. Por supuesto, el lenguaje, como la psiquiatría, son campos de lucha política. Como tales deben ser analizados y en tanto que tales, en ellos debemos librar nuestras guerras, en busca de una mejor psiquiatría que solo será posible en una mejor sociedad.



"[...] nuestra participación activa en la individualización de los problemas sociales convierte nuestra bienintencionada compasión por el sufrimiento psíquico del otro en una especie de colaboracionismo con el poder político que ayuda a controlar y perpetuar, en un nivel macro, las injusticias y desigualdades socioeconómicas mientras ponemos el foco en los síntomas de un sujeto descontextualizado."


"Sin embargo, la construcción de alternativas no implica solo al ámbito psiquiátrico (las soluciones sectoriales son siempre limitadas), sino a procesos más amplios de cambio social. La politización del sufrimiento en nuestro modelo de sociedad nos lleva a denunciar, claro está, las consecuencias de la privatización y los recortes en relación con los recursos asistenciales; a propugnar modelos de atención respetuosos con los derechos humanos, con la proscripción de prácticas coercitivas (tratamientos involuntarios, contenciones mecánicas, etc.), desde el convencimiento de que la "libertad es terapéutica"; pero también a advertir las falacias culturales del sistema: el individualismo, la competencia, la inmediatez, la fragilidad de las relaciones humanas, etc.; y a insistir una y otra vez en las consecuencias demostradas de la crisis económica, de la pobreza y la precariedad, en la salud en general y en la salud mental en particular."


"La psiquiatría crítica o la postpsiquiatría comparten con las posturas más radicales la necesidad de combatir el estigma, la cosificación y la medicalización del paciente mental; son críticos con el imperialismo farmacológico, coinciden en la crítica de cualquier violencia, incluida la del diagnóstico, y otorgan mucha importancia al apoyo mutuo, a la ayuda por iguales, que implica la participación en el cuidado de una persona en crisis de otras que, habiendo tenido una experiencia similar, son capaces de entenderla y de acompañarla. Sin embargo, aún abogando por un modelo no medicalizado y no coercitivo, no se renuncia a un sistema público y colectivo, equitativo y participativo".


"Por otro lado, tampoco podemos olvidar que la mitificación de la locura entraña un riesgo de apreciación. La figura del loco puede llegar a ejercer una gran fascinación hasta el punto de llegar a considerársele un héroe contracultural, aquel capaz de no entrar el el juego de una sociedad alienante. Por muy crítico que se pueda ser con la sociedad de consumo o con el modo de producción capitalista, buscar este tipo de complicidades me parece tan frívolo como peligroso."


"El binomio ayuda - control social preside la práctica de la psiquiatría desde sus orígenes. [...] La coerción ya no se limita al encierro en el psiquiátrico (que sigue existiendo), sino a un uso abusivo y continuo de la medicación psiquiátrica y una serie de técnicas psicoeducativas que, desde el diagnóstico médico, introducen narrativas crónicas de enfermedad que crean una identidad alienada. [...]. Los problemas de salud mental se descontextualizan de sus raíces sociales o políticas y son dejados en manos de expertos y técnicas que tratan de reparar a la paciente y actúan como muro no deseado de contención del malestar social y de reproducción del discurso dominante. Esta función social de las disciplinas de la salud mental parece actualmente insoslayable".


"La industria farmacéutica es uno de los agentes que participa activamente en la medicalización del sufrimiento psíquico [...]. Su papel no ha sido solamente el de la comercialización de los psicofármacos, sino que ha sido estratégico en la configuración del discurso biomédico de la enfermedad mental, a través del control de la investigación, los lazos con la "academia psiquiátrica", la formación de las profesionales y la financiación de asociaciones profesionales y de usuarias. [...] También toda una industria psicológica ha participado de esta medicalización del sufrimiento con la expansión de la necesidad de ayuda psicológica como guía de la buena vida: la explosión de técnicas psicoterapéuticas, la celebración del coaching o de los libros de autoayuda."


"La postpsiquiatría desafía el autoritarismo cientifista psiquiátrico poniendo en tela de juicio la perspectiva individualizada del sufrimiento psíquico y la preeminencia del discurso profesional, así como analizando críticamente el paradigma tecnológico en psiquiatría y los valores que tiene asociados. Desde estos cuestionamientos propone una práctica psiquiátrica que pretende ser más democrática y emancipadora, sometida a un escrutinio constante por la significación sociopolítica que inevitablemente constituye esta disciplina."


"[...] las profesionales sanitarias que atienden a pacientes han de evaluar los perjuicios de sus bienintencionadas intervenciones y sopesarlos con los posibles beneficios que también pueden aportar. Este balance es muchas veces negativo, pero resulta difícil considerarlo por la mirada patologizadora de los clínicos que refuerza su papel de expertas, la sobreestimación de los beneficios de sus intervenciones y la minimización de los riesgos de una actuación que se realiza desde la ayuda y el cuidado."


"[...] una práctica profesional que prima la participación de la paciente y la responsabilización de su propio tratamiento en vez de su sumisión se convierte en un instituyente incómodo que desafía los distintos ámbitos, tanto el dispositivo asistencial, el entorno laboral, académico o vecinal de la paciente, como su familia."



Son solo unos apuntes tomados durante la lectura del libro, de fragmentos con los que nos hemos sentido especialmente de acuerdo, pero insistimos en recomendar su lectura completa. Esta obra, por supuesto, no se limita a levantar acta del tema que nos ocupa, sino que es en sí misma una toma de partido a favor de esta psiquiatría crítica o postpsiquiatría y en contra de mucho de lo que considera erróneo e iatrogénico en el funcionamiento actual de la psiquiatría oficial. Y ofrece, desde su mismo título, una mirada sobre las alternativas posibles, sobre cómo sería -es ya, al menos parcialmente- una práctica clínica construida sobre otros supuestos. Como hemos dicho en ocasiones, desde la crítica a la psiquiatría hay que terminar llegando a una psiquiatría diferente que sea a su vez crítica.

En relación con esto, queremos señalar también que este libro, unido a la por suerte cada vez más amplia bibliografía crítica existente tanto en inglés como en castellano, debería exigirnos a todos sus lectores una toma de postura. Creemos que la nuestra está tomada públicamente hace ya tiempo, pero nos referimos a ciertas actitudes que observamos también en nuestro entorno más cercano, en forma de profesionales que leen o incluso alaban lecturas críticas como la que recomendamos hoy, pero en cuya práctica clínica no se observa atisbo de desviación frente al discurso más paternalista, medicalizador y bio-comercial habitual. Vamos, que leer es importante, pero en algún momento hay que empezar a pasar a la acción. En frase atribuida a Cesare Pavese: "no más palabras, un gesto". De nada nos sirve leer libros tan necesarios como este Críticas y alternativas en psiquiatría, si luego no hacemos algo con ello.