Nos han invitado a la VI Jornada de Enfermería de Salud Mental Región de Murcia, "Los usuarios como protagonistas de su salud mental". Ha sido muy gratificante conocer personas tan estupendas. Desde aquí queríamos dar las gracias a Joaquín, a Ana y a todo el equipo organizador por la invitación y hacernos sentir como en casa, por el genuino interés, la amplia mirada y esas increíbles ganas de continuar haciendo un trabajo de calidad. A Mª Luisa por tantos años dedicados a la salud mental y por demostrarnos que la ilusión y las ganas de trabajar no se pierden con el tiempo. También queríamos agradecer al Colegio de Enfermería de Murcia, Jesús y Amelia, por la amabilidad en las gestiones y por el gran interés mostrado en lo referente a la salud mental. Queremos hacer extensivo este agradecimiento a todas las personas que acudieron a las jornadas y nos escucharon con tanto respeto e interés. No queríamos dejar de mencionar nuestra admiración por el discurso tan lúcido de la Directora Gerente Asunción Concepción Salesa, se agradecen personas con un mensaje tan constructivo. Creemos que tenéis todas las capacidades, cualidades y apoyo para reinventaros en algo mejor, más significativo y que ya estáis en el camino. Y en ese camino seguiremos coincidiendo.
Por último queríamos agradecer a Patricia Rey Artime, compañera de mesa, su generosidad y su cariño. Ha sido muy bonito desvirtualizarnos. Seguiremos "enFUERZÁndonos".
¿Hacia un nuevo paradigma?
Enfermeras en busca de un modelo
ajustado a la recuperación.
Lo primero es agradecer a la organización y a todos ustedes por estar
aquí escuchándome. Como ha dicho Joaquín en la presentación soy especialista en
salud mental y coautora del blog postPsiquiatría
junto a Jose Valdecasas, con el que comparto charlas y discusiones
acerca de esto que llamamos psiquiatría. También trabajo con un equipo humano maravilloso. Por todos
estos motivos esta ponencia la voy a realizar no en el yo sino en el nosotras ya
que todo lo que escribo lo he consensuado con todas ellas.
Hemos dividido esta ponencia en dos partes. Una parte más teórica donde
hablamos de cómo se construyen y
se utilizan los diferentes modelos y teorías en psiquiatría. Y una segunda
parte donde explicamos nuestro modelo de trabajo.
Thomas S. Kuhn fue un
historiador y filósofo, y un reconocido estudioso de la ciencia y su
funcionamiento. Haciendo un brevísimo resumen podemos decir
que Kuhn plantea que la ciencia pasa por momentos de CIENCIA INMADURA (que son
los momentos en los que existen diversas tendencias o escuelas). Cuando una
escuela se impone al resto se establece un paradigma teórico que proporciona un
marco conceptual de los fenómenos estudiados en esa disciplina. Una vez
determinado el paradigma, se entra en el período de CIENCIA NORMAL, donde se
empieza a progresar en la investigación, dentro del susodicho paradigma. Cuando
se van acumulando los problemas que no se resuelven en esa matriz teórica, se
detiene el progreso, y se llega a una situación de crisis que acarrea la
sustitución del paradigma por otro alternativo. Éste es el período de CIENCIA
REVOLUCIONARIA, en el que se entabla la lucha entre paradigmas enfrentados. La
elección entre paradigmas, aunque parezca increíble, se basa en criterios
extra-lógicos como pueden ser: la persuasión, la popularidad, la capacidad para
progresar o resolver cuestiones inmediatas e intereses económicos o de
prestigio profesional. En un campo como el nuestro, la psiquiatría, donde
conviven diferentes paradigmas, es interesante señalar que Kuhn afirmaba que los
diferentes paradigmas son inconmensurables, es decir, no pueden compararse unos
con otros porque cada uno establece su propio campo teórico, y no hay un
consenso teórico común previo desde donde hacer esa comparación. Podemos decir
que ningún paradigma parte de la misma definición de enfermedad, salud, entorno
y persona.
Kuhn no
cree que la ciencia sea exclusivamente objetiva e independiente de su entorno
social. Si en la actualidad predomina el llamado "paradigma biológico",
Kuhn nos enseña que un paradigma puede ser sustituido por otro cuando se
acumulan los problemas que no se resuelven en el mismo.
Por poner un par de ejemplos:
Quizás, como apuntan estos importantes textos, el cambio del paradigma
biológico nos lleve a un paradigma basado en lo social con enfoque narrativo...
Hacia un modelo posmoderno, construccionista.
Ahora me gustaría hacer un alto en el camino para recomendarles unos
cuantos libros que han marcado nuestra manera de pensar y de mirar.
"Sobre la locura": del psiquiatra Fernando Colina. Todo
lo que escribe es bueno y nos hace reflexionar.
"Terapia Narrativa": de Martin Payne. En donde nos hace
una introducción a la Terapia Narrativa en primera persona. Muy ameno para leer
y entender.
Y la lectura definitiva, aquella que hizo en mi cabeza un
"clack" es la tesis doctoral de Martin Correa-Urquiza, "RadioNikosia: la rebelión de los saberes profanos", publicada en 2009. En
esta tesis el autor hace un extenso y respetuoso estudio de Radio Nikosia para
el ámbito del conocimiento psiquiátrico y psicológico y las prácticas en la
salud mental. Muy recomendable (diapositiva).
Si continuamos hablando de modelos o paradigmas (que son simplemente una
manera de "ver" el mundo y a las personas que en él habitamos)
diremos algo muy contundente: no es posible definir el papel de
la enfermera, en el cuidado hacia las personas, sin partir de un determinado
modelo, el cual siempre estará presente en nuestras intervenciones de forma
implícita o explícita. Y es que muchas veces se nos olvida que
para nuestro trabajo es imprescindible e inevitable partir de un modelo o
paradigma. Una visión del ser humano, de la vida, de la muerte, de la salud y
de la enfermedad. En fin, una concepción del ser humano. Y dependiendo del
modelo que tengamos en la cabeza, cuidaremos. Los manicomios no sólo están
entre los muros que los rodean sino que también pueden estar dentro de nuestras
cabezas.
Pero sigamos con una pequeñísima revisión histórica...
Claro, y en psiquiatría nosotros, los enfermeros, no somos
prescriptores, entonces ¿qué hacemos? ¿Hablamos con ellos? ¿Los acompañamos? Y
les repito que nuestra escucha, nuestro apoyo, nuestra ayuda y nuestro cuidado
dependerá del modelo o paradigma que tengamos en la cabeza.
Vamos a reflexionar un poco sobre los diferentes modelos... Ya que
tenemos que elegir uno, o varios, o por lo menos saber cuáles son los
diferentes modelos que hay. Una cosa que ayuda mucho a ajustarse a los demás
profesionales (psiquiatras, psicólogos) y hablar en el mismo lenguaje (aunque no
compartamos la misma visión acerca de la psiquiatría) es conocer qué campo
teórico copa su conocimiento. Al psicoanalista le podremos hablar en términos
de estructura psicótica, neurótica o perversa (y quedará encantado). Al
cognitivo-conductual le podremos hablar de procesamiento de la información y
las consecuencias que eso tiene en la conducta del paciente, y al sistémico
coméntale algo de la familia disfuncional. Eso siempre funciona.
Paradigma psicoanalítico: Si nosotros pensamos en el individuo como un
MOTOR HIDRÁULICO u olla a presión con sus pulsiones, represiones, consciente, inconsciente,
ello, yo y superyó. Todas y cada una de las conversaciones que tengamos con y
sobre el paciente tendrán que ver o con su infancia reprimida o su gran ego o
sus limitaciones inconscientes, sus deseos inconfesables, sus traumas
enterrados... Siempre con lo oculto, lo prohibido, el pecado a descubrir...
¡¡¡Señor Freud, perdone usted!!! Creo que el paradigma psicoanalítico está muy
bien para teorizar sobre las vidas de las personas pero nosotros, enfermeros,
somos de una naturaleza más práctica y por mucho que tengamos catalogados los
deseos y pulsiones de nuestros pacientes... Esto no nos ayuda a acompañarlos a
la compra, a que sepan defenderse ante trámites burocráticos, a mejorar su
autoestima ni a encontrar un significado a sus vidas. Así que auf Wiedersehen
herr Freud.
Luego llegaron los ORDENADORES y a nivel heurístico se utilizaron por
los cognitivo-conductuales como metáfora para explicar lo que nos pasaba en el
cerebro. Os sonará la memoria a largo plazo, la memoria a corto plazo... Como
si nuestro cerebro estuviera ordenado en pequeños cajones donde guardar la
información que procesan nuestros sentidos. Es la información desplazándose por
circuitos mentales, lo que dio lugar a la analogía cognitivista del cerebro
como un ordenador. Y aquí acabamos haciendo psicoeducación a usuarios y
familiares (como si no fueran ellos los primeros expertos en el tema),
trabajando en habilidades sociales y convenciéndoles que tienen una enfermedad
mental y la necesidad de una adherencia terapéutica y una conciencia de
enfermedad que no es otra cosa que
"usted haga lo que yo le diga". Como dice Fernando Colina,
"exigir, tantear o conseguir que el psicótico se reconozca enfermo tiene
mas de confesión religiosa o judicial que de ejercicio clínico".
Programando y reprogramando cerebros. Así que goodbye Mister Beck.
La CIBERNÉTICA es la ciencia que estudia la comunicación y el control de
las máquinas y los seres vivos, y va un paso más allá y nos explica el
funcionamiento de la información en un sistema, y a nosotros los profesionales
como simples observadores, pudiendo catalogar lo que vemos como normal o
anormal (más académicamente hablando como funcional o disfuncional) y así nos
encontramos la terapia familiar estructuralista que define la familia
funcional, el individuo funcional y los correctos sistemas de comunicación
entre ellos. La familia es descrita como una "estructura"
determinada, que el terapeuta puede modificar. El terapeuta es capaz de
"descubrir" lo que está mal en el sujeto o en la familia, y
utilizando una serie de técnicas a través de las cuales "arreglar" lo
previamente disfuncional. Ciao signor Minuchin, nosotras no creemos en la
disfuncionalidad. Nosotras creemos en las capacidades y fortalezas.
Hilando un poco con la teoría de Kuhn de
cómo se forma el conocimiento, en nuestra opinión no está claro que la
Psiquiatría haya estado nunca realmente en un período de "ciencia
normal", es decir, que haya predominado un paradigma de forma tan completa
que no haya habido voces discordantes de consideración. En psiquiatría ha
habido un constante movimiento pendular a lo largo de la Historia entre, por
decirlo así, somaticistas y psicologicistas, con distintos vaivenes. Hasta los
años 50 aproximadamente del pasado siglo fue predominante el psicoanálisis para
luego, con la llegada de la clorpromazina, irse instaurando un paradigma
biológico que todavía no es hegemónico ni mucho menos. No olvidemos que fue
sobre los años 60 cuando hicieron acto de presencia las orientaciones sistémica
o cognitiva, sin que eso significara la muerte del psicoanálisis, tantas veces
anunciada y nunca certificada. Creemos que puede decirse que es posteriormente,
hacia los años 80 y 90, cuando el paradigma biológico va haciéndose
predominante, tomando como ejemplo la publicación del DSM-III y el DSM-III-R y
en clara relación temporal con la aparición de los psicofármacos de elevado
precio (primero los antidepresivos ISRS y, posteriormente, los antipsicóticos
denominados atípicos). Parece coincidir con esos momentos que el paradigma
biológico inicia su supremacía, pese al cual, resisten las otras orientaciones
psicologicistas citadas, aunque más bien en ámbitos psicológicos, sociológicos
o filosóficos, más que en ámbitos psiquiátricos. Este paradigma biológico se va
convirtiendo cada vez más en biocomercial. Pero esto es otro asunto para
otro momento.
Si algún paradigma predomina en la
actualidad, como hemos dicho, en los ámbitos psiquiátricos clínicos donde
desempeñamos nuestro trabajo, es el biológico. A partir de los mecanismos de
funcionamiento de los psicofármacos se desarrollan hipótesis causales sobre los
trastornos subyacentes. Como los neurolépticos mejoran algunos síntomas
psicóticos y bloquean la dopamina, se asume que los síntomas psicóticos derivan
de un exceso de dopamina. El problema es que tales hipótesis no han sido
demostradas y podrían acabar llevando a teorizar un déficit de aspirina como
causa de cefalea. Se trata de un modelo neuroquímico simplón y carente de
pruebas, poco preocupado por los efectos secundarios y mucho más influido por
intereses comerciales de la industria farmacéutica de lo que nos gustaría
admitir. Nos encontramos entonces con cerebros averiados sin solución que
llevan a que tratemos a nuestros pacientes como seres limitados, mitad niños
mitad tontos, que no son capaces de controlar ni su cerebro, ni sus
pensamientos, ni sus deseos, ni sus decisiones, ni sus vidas, teniendo que ser
adiestrados por expertos profesionales. Todo esto no deja margen de esperanza
ni para ellos ni para nosotros. Aquí no podemos decir adiós porque esto es lo
que nos encontramos en nuestra práctica cotidiana.
Nosotras, como muchos de vosotros, venimos de tradiciones modernistas,
de modelos normativos, del modelo biomédico, que consideran que existe una
realidad objetiva en la que encontrar lo patológico. Los modelos o
paradigmas a los que he hecho referencia (psicoanalítico, cognitivo-conductual,
el sistémico estructuralista y el biomédico) son ejemplos de modelos
modernistas o normativos, es decir, presuponen una realidad externa objetiva e
independiente del observador que puede ser captada y descrita. El mundo es de
una manera y nuestro modelo lo descubre y lo explica todo (y lo que todavía no
ha conseguido explicar lo acabará haciendo con la ayuda de nuevas tecnologías
aun sin descubrir). Frente a esto, la posmodernidad considera inalcanzable un
saber completo sobre la realidad y entiende los diferentes paradigmas como
mapas con los que moverse en esa realidad. Mapas que no tienen un valor de verdad sino de utilidad.
Nosotras no rechazamos los modelos sino que los empleamos en lo que puedan ser
útiles sin enamorarnos de ninguno de ellos ni hacer encajar al paciente como
sea en esas verdades absolutas.
Un ejemplo de ciencia moderna es la física clásica newtoniana que
pretendía explicar de forma completa el funcionamiento del mecanismo del
universo. Lo que hizo tambalear los cimientos de la física clásica fue el principio de incertidumbre o de
indeterminación de Heinsenberg.
Este principio dice: no es posible conocer a la vez la posición y la velocidad
de una partícula subatómica en un momento determinado. Para hacerlo, el
observador ha de proyectar luz sobre la partícula, pero cuando lo hace, su
curso quedar modificado por el impacto del fotón emitido.
¿Qué quiere decir esto? Qué el observador (los profesionales), por el
mero hecho de observar alteramos lo que observamos (conductas de los
pacientes). No se puede describir la realidad sin tener en cuenta quien la
describe. Así es que, si no es posible una observación sin influir en lo
observado, se cuestiona la existencia de una realidad exterior objetiva y
única.
A este desplazamiento de la atención desde el sistema observado
(paciente) al sistema observante (profesional) se ha denominado "cibernética
de segundo orden" y para poder explicarlo, la terapia familiar se ha
valido de ideas provenientes del construccionismo social.
Pero ¿en qué se fundamentan las ideas construccionistas? 4 premisas
fundamentales.
1.
Las ideas son construidas socialmente. Al relatar la evolución
de un grupo cultural incipiente explican cómo se va construyendo entre los
miembros del grupo, lo que después será considerado la realidad única e
inmutable.
Un poco de imaginación. Entre los miembros de una hipotética sociedad
emergente, las costumbres y distinciones serán frágiles al comienzo, fácilmente
intercambiables. Como el grupo es incipiente, está aún cercano el motivo y el
cómo se decidieron las cosas. Son capaces de recordar: "eso es como
decidimos hacerlo". Existe alguna conciencia de que existen otras
posibilidades. Empiezan a emerger instituciones como la maternidad o el cuidado
del niño, entre otras.
Para los hijos de la siguiente generación, las decisiones de cómo hacer
las cosas no son tan inmediatas, pero aún pueden recordar: "así es como
decidieron hacerlo nuestros mayores".
Según el grupo evoluciona, para los individuos de la siguiente
generación, el recuerdo de que las cosas se hicieron de una manera consensuada
se va perdiendo. De modo que van ganando terreno afirmaciones como: "así
es como se hizo siempre". Estas generaciones y las posteriores empiezan a
actuar como sí siempre existiesen tipos de personas que son madres, obreros,
granjeros... Con toda probabilidad se escribirán leyes sobre cómo hay que construir
las casas, cuándo, dónde... Se identificarán ciertas personas más adecuadas
para hacerlo. Emergen las instituciones.
En la cuarta generación el "así es como se hizo" se convierte
en "así es como es el mundo: esta es la realidad".
2.
La realidad se construye a través
del lenguaje. Para los posmodernos el lenguaje que
usamos construye nuestro mundo y nuestra ciencia. Es en el lenguaje cuando las
sociedades construyen sus visiones de la realidad. Los únicos mundos que
podemos conocer son los mundos que compartimos en el lenguaje. "El mundo
está fuera, pero las descripciones del mundo no. El mundo no habla. Sólo lo
hacemos nosotros". Lo importante cuando se produce el cambio (a nivel
psicoterapéutico) implica un cambio en el lenguaje. El lenguaje es siempre
cambiante. Los significados son siempre indeterminados, y por tanto mutables.
El significado no lo da una palabra, sino una palabra en relación con su
contexto. Por ello el significado preciso de una palabra es algo a negociar
entre dos o más conversadores. Y esto es esperanzador.
3.
Las realidades se organizan y
mantienen a través de las historias. Para dar sentido
a nuestras vidas, las personas nos enfrentamos a la tarea de ordenar nuestra
experiencia de los acontecimientos a través del tiempo de tal forma que
conseguimos un reconocimiento coherente de nosotros mismos y del mundo que nos
rodea. Este recuerdo adopta una forma que es la auto-narrativa. Desde un punto
de vista posmoderno, no hay significados escondidos en las historias, no hay
una "esencia" a capturar de la experiencia humana. Un concepto clave
en la terapia narrativa es que en cualquier vida hay siempre más eventos que no
son historiados (a estos eventos se les llama excepciones), que no nos hemos
contado y que no hemos introducido en nuestra historia. Y esto significa que
hay historias alternativas en todos nosotros y que podemos reescribir nuestras
vidas. Y esto también es esperanzador.
4.
No hay verdades esenciales. La auto-imagen o los self se construyen socialmente a través del
lenguaje y se mantienen a través de la narrativa (a través de lo que nos
contamos nosotros mismos, a través de lo que nos cuentan de nosotros).
Diferentes imágenes nuestras aparecen en diferentes contextos (madre, hija,
profesional, amiga, enferma...) Ninguno de ellos es más verdadero que otro.
Aunque sí es cierto que presentaciones particulares del self son preferidas por
las personas dentro de las culturas. Los terapeutas posmodernos trabajan con
personas para ayudarles a vivir narrativas que apoyen el crecimiento y el
desarrollo de los self preferidos. Esto nos abre posibilidades.
Pero ¿qué efectos tiene esto a nivel práctico, en la clínica?
Con llegada de las ideas construccionistas se abandonó la idea de una
"descripción real" de lo que le ocurría a la familia para sustituirla
por el concepto de realidades interpretadas alumbradas por el sistema
observante. Se pasó de la búsqueda del Universo objetivo a la del Multiverso,
donde muchas visiones de distinto observador convivían.
Con la llegada de ideas construccionistas a la terapia se facilito
también una posición de mayor cooperación entre paciente y terapeuta.
El terapeuta ya no tiene como objetivo el revelar una realidad, hasta
ahora invisible para la familia, sino que propone o hace posible una de las múltiples
alternativas. Las preguntas ya no son sólo herramientas para obtener
información, sino instrumentos para conseguir un cambio.
Para el posmodernismo, la vida humana es demasiado lábil, única,
polifacética, incierta y compleja como para que se puedan alcanzar
"conclusiones" mediante el "conocimiento experto". No
podemos encajar la vida en generalizaciones, ningún "experto" puede
generalizar acerca de ella, únicamente se pueden formar hipótesis imposibles de
comprobar. Los pensadores posmodernos no niegan que la investigación cuidadosa
puede ofrecer útiles sugerencias sobre lo que podría ser "real" pero
nos mueve a ser cautelosos ante afirmaciones universales. El "conocimiento
experto" es parcial, provisional, unilateral y muchas veces distante de
los conocimientos concretos y específicos de la vida cotidiana.
La posmodernidad no venera el conocimiento local, ni hace de él una
bucólica forma de "sabiduría popular". El error
"modernista" fue elevar la ciencia sobre el resto del saber; la
posmodernidad intenta no incurrir en el mismo error. Contraponer posmoderno a
moderno implica una dicotomía contraria a la intención posmoderna. El término
posmoderno no es antimoderno.
Por tanto, la posmodernidad no sostiene que "lo que sabemos,
pensamos y hacemos es mejor que lo que sabían, pensaban y hacían antes”; más
bien, que no tenemos un "conocimiento experto" de lo que es verdadero
y nunca podremos tenerlo; siempre estamos empezando nuevamente y arribando a
conclusiones parciales.
La crucial diferencia entre conocimiento "experto" y
conocimiento "experiencial" es que este último es significativo, no
"objetivo". Encarna el significado que la persona brinda a sus
experiencias.
En relación con ese "conocimiento experto" vamos a mencionar
de manera superficial una idea muy interesante sobre el poder y el saber
desarrollada por Foucault.
Michel Foucault fue un filósofo francés que intentó demostrar que las
ideas básicas que la gente considera verdades permanentes sobre la naturaleza
humana y la sociedad cambian a lo largo de la Historia.
Foucault propone que la gente de la sociedad occidental ha desarrollado,
lenta pero continuamente, su capacidad para mantener posiciones de poder
gracias a su conocimiento experto y que instituciones como la medicina, la
psiquiatría, las clases sociales, la ley y la moral sexual perpetúan ese poder.
Además, el poder no se establece por medio de la amenaza y la fuerza, sino de
la defensa del conocimiento del especialista que lo instaura en primer lugar y
por la oculta persuasión que mueve a la gente a "interiorizar" su
inferioridad haciendo de ella una "verdad", a crear continuamente su
propia identidad subordinada.
El Panóptico es una forma arquitectónica inventada por Jeremy Bentham en
el siglo XVIII. Bentham lo propone como un modelo "ideal" para la
organización o distribución de personas en el espacio de forma tal que las
convirtiera en "cuerpos dóciles". La consideraba ideal en el sentido
de que aumentaría la eficacia de las personas a la vez que reduciría al mínimo
los esfuerzos necesarios para supervisarlas.
Como forma arquitectónica, el Panóptico constituía un edificio circular
con un patio en el centro, o una serie de edificios con un patio central. El
edificio podía tener varios niveles, cada uno de ellos con la altura de una
sola habitación. Cada nivel estaba dividido en espacios pequeños, en
habitaciones, y cada habitación tenía una ventana trasera que dejaba entrar luz
natural y una amplia apertura al patio central. No había ventanas laterales con
lo cual las personas no podían tener contacto directo entre ellas. Las personas
que se encontraban en esas habitaciones eran objeto de observación perpetua. La
torre central estaba situada de tal manera que las personas de las habitaciones
no podían ver a los guardias. De este modo, se sentían objeto de una mirada
omnipresente. Este mecanismo de poder tenía el efecto de "incitar" a
las personas a actuar como si estuviesen siendo observadas en todo momento.
La mirada omnipresente que sentían los ocupantes de las estancias
individuales era, en efecto, una mirada normalizadora. Esas personas se sentían
constantemente evaluadas según las normas y reglas determinadas por la
organización. Esto permitió que los individuos fueran "captados y fijados
por escrito", y esto facilitó la confección de estadísticas y el
establecimiento de normas, es decir, la construcción de conocimientos globales
sobre las personas. Un gran ejemplo de desarrollo de conocimientos globales
basados en conductas particulares lo tenemos en Emil Kraepelin, que fue el padre de los conceptos actuales
de esquizofrenia (demencia precoz) y de trastorno bipolar (psicosis
maníaco-depresiva), que desarrolló la parte inicial de su trabajo
clasificatorio, base de las actuales clasificaciones psiquiátricas, en un
manicomio en Estonia donde ni siquiera hablaba el idioma de los pacientes ya
que él era alemán. En estas condiciones tan lamentables de observación Kraepelin
construye sus categorías que nosotros tomamos ahora como si fueran clases
naturales, como si fueran reales. (Jean Garrabe, en su historia de la
esquizofrenia).
El éxito del mecanismo de poder representado en el Panóptico depende en
gran medida de que la fuente de poder no sea visible para los que lo padecen.
Proporciona una forma de control muy económico y eficaz. A través de este poder
las personas se someten a "verdades" normalizadoras que prefijan sus
vidas y sus relaciones.
Los análisis de Foucault de las situaciones de poder/saber/control
examinan muchas instituciones que son, o creen ser, benévolas. La forma en que
la gente poderosa establece y mantiene su poder usando "técnicas de
dominación" que requieren del "conocimiento experto", la
benevolencia aparente, la vigilancia y el fomento de la subordinación
interiorizada son semejantes al poder institucional en los hospitales
psiquiátricos.
Hasta aquí la parte más teórica.
Nosotras trabajamos en la comunidad con personas
diagnosticadas de TMG. Ahora queríamos hablarles de las personas que son
diagnosticadas de un TMG y sobre todo de las ideas que hacen que las veamos
muchas veces como "pacientes imposibles".
Analicemos de que manera catalogamos a un paciente imposible...
Históricamente la imposibilidad se ha atribuido siempre al paciente
(sobre todo si ya tiene un diagnóstico de TMG): (no hay nada que hacer, esto no
va a cambiar), y muchas veces el camino hacia el caso imposible se abre desde
la misma expectativa de imposibilidad. Es decir, la profecía autocumplida que
se llama. Una vez puesta en marcha la expectativa de que el caso es difícil,
dicha expectativa puede ser sorprendentemente inamovible, quedando la persona
“desindividuada” y terminando por ser equivalente a su etiqueta. Una vez
ocurrido esto, los profesionales distorsionamos la información recibida para
ajustarla a dichas expectativas o ideas sin ser conscientes de ello. Es decir,
y aunque suene duro, dejándonos llevar por nuestra rutina profesional podemos
estar transformando un caso con buenas perspectivas en uno totalmente perdido.
De la mano de Chema Rodríguez de Castro vamos a clasificar este tipo de
ideas (quizás les suene alguna):
- Ideas imposibilitadoras: “Nunca se
podrá recuperar de un trastorno mental grave”, “no hay nada que puedan hacer
por sí mismos”, “no pueden hacer ningún cambio significativo respecto a sus
problemas o sus vidas”, “necesitarán ser medicados el resto de su vida”.
- Ideas culpabilizantes: “La familia
ha causado el trastorno mental grave”, “los pacientes y sus familias presentan
resistencias”, “los pacientes interpretan papeles y realmente no quieren
cambiar”, “algunos actos de los pacientes son búsqueda y demanda de atención”,
“algunos actos de los pacientes son manipulaciones en busca de beneficios”.
- Ideas desrresponsabilizadoras: “Las personas
enfermas son incapaces de controlar o cambiar su conducta”, “la conducta del
paciente queda determinada por el trastorno mental grave”.
- Ideas invalidantes y
desautorizadoras: “Los clientes o sus familias no saben nada acerca del
trastorno mental grave, necesitando ser adiestrados por expertos en salud
mental”, “los trastornos mentales graves son exclusivamente trastornos
cerebrales y el único remedio efectivo es la toma de medicación de por vida”,
“los profesionales sabemos lo que le conviene hacer al paciente o a su familia
respecto a múltiples aspectos de sus vidas”.
Evidentemente las personas no dejan de tener sus propias teorías acerca de sus problemas, de sus
dificultades y de su situación vital. Cuando dichos puntos de vista son
ignorados, atacados o desautorizados, como hemos visto, no es sorprendente la
aparición de “resistencias” o incumplimientos terapéuticos. En este momento muchas
veces el paciente empieza a convertirse, para el profesional, en un caso
imposible. Y el profesional se convierte, para el paciente, en una persona poco
interesada o evidentemente equivocada. Llegados aquí las intervenciones han
pasado de ser relaciones de ayuda o cuidado para convertirse en
confrontaciones.
Nosotras trabajamos con una serie de ingredientes que alimentan la
alianza, la colaboración o el ajuste necesario para poder cuidar a las personas
(que al final es a lo que nos tememos que dedicar).
Respeto: Trabajamos para supervivientes, para
veteranos de las intervenciones psiquiátricas/psicológicas.
Vemos al psiquiatrizado como un héroe en el "drama de la
terapia" y creemos, que no sólo dispone de todo lo necesario para resolver
sus problemas, sino que puede que haya empezado a hacerlo o tenga una buena
idea de cómo conseguirlo.
Desafortunadamente, esos veteranos de la tristeza han sido
frecuentemente maltratados por el sistema sanitario y perciben a los
profesionales como personas que no tienen en cuenta sus deseos, no dan crédito
a su malestar e incluso no creen en sus desgraciadas historias. Llamarlos
veteranos nos ayuda a verlos de nuevo como seres humanos. Pasan de ser
"crónicos" o "graves" a "supervivientes" o
"veteranos".
Expectativas de éxito: Nos
centramos en los recursos y habilidades de las personas, más que en sus
limitaciones.
Nos centramos en los recursos de las personas más que en sus déficits,
en sus fuerzas más que en sus debilidades, en sus posibilidades más que en sus
limitaciones. Porque ellos nos enseñan cómo trabajar y cómo resolver los
dilemas que les ayuden a centrar su atención en crear expectativas para el
cambio. Nosotras estamos convencidas de que todas las personas disponen de
habilidades y recursos que pueden usarse para resolver problemas. Es nuestra
tarea acceder a esas capacidades y lograr que sean utilizadas.
Estamos más preocupadas
por trabajar desde las capacidades y fortalezas que desde las debilidades y
dificultades, pasando de un enfoque de riesgo, a otro enfoque basado en el
desafío y en las potencialidades. Si preguntamos por fortalezas e historias de
éxito, éstas aparecerán y terminarán convirtiéndose en el motor del cambio que
se moverá también en esa misma dirección, positiva y apreciativa (Coperrider y
Whitney, 2005).
Aceptación positiva e incondicional: Los
vemos sanos y capaces.
Las personas no son el problema, el problema es el problema. Nosotras
trabajamos con la convicción de que si los vemos sanos y capaces, y utilizamos
un lenguaje que representa esto que pensamos, construimos junto a ellos
historias alternativas a enfermedad, a cronicidad, a incapacidad…
Trabajamos con perspectiva: Admitimos
que el cambio en la persona es constante y nos comportamos como sí fuera
inevitable y contagioso.
Si admitimos que el cambio es constante, nos comportaremos como si fuera
inevitable. Un pequeño cambio en una parte del sistema produce cambio en otra.
El feedback es circular, lo que hacemos repercute inexorablemente en los otros
y viceversa, porque el cambio es contagioso, crea un efecto de onda expansiva
en el resto.
Cooperación: Creemos que cada unos de ellos
tiene una forma única de cooperar, y que nuestra tarea es identificar y
utilizar esa manera de cooperación.
Cooperación, cooperación, cooperación, hacia sus objetivos, desde su
postura, con su lenguaje (Beyebach, 2005).
Autodeterminación: Sabemos que somos los que
sugerimos y la persona, la que elige.
De Shazer (1984) tras su "declaración de muerte a la
resistencia" asume y con esto nos enseña que las personas quieren cambiar
realmente. Su punto de vista es que no existe la resistencia (especialmente
cuando no esperamos que la haya). Es verdad que las personas no siguen siempre
nuestras sugerencias, pero esto no lo consideramos resistencia. Cuando esto
ocurre, simplemente nos están enseñando cuál es el método más productivo y
que mejor encaja para ayudarles a cambiar.
Validación: Pensamos que es importante
reconocer y validar lo que la persona ha estado pensando y sintiendo.
La validación incluye incluso respetar la validez de ideas y conductas
muy inusuales. Pero la validación no nos debe constreñir a pensar que la
historia de la persona es la única explicación posible de la situación. La
validación de perspectivas permite generar nuevas ideas. Las personas,
normalmente, después de darse cuenta de que no hay necesidad de defender o
discutir sobre la validez de una posición o "idea delirante", suelen
abandonar aquellos aspectos de sus creencias que no son de utilidad. La
validación le concede a la persona espacio y comodidad para encontrar maneras
de solucionar sus problemas guardando las apariencias.
Excepciones: Aprovechamos los periodos
libres de problema porque éstos también existen.
Nosotras pensamos que las personas son ricas en experiencias vividas y
que sólo una parte de estas experiencias pueden relatarse pero que gran parte
de ellas quedan fuera del "relato dominante" acerca de las vidas.
Estos "acontecimientos extraordinarios" constituyen una fuente llena
de riqueza y fertilidad, para la generación de relatos alternativos. Los
"relatos dominantes" se ponen en marcha una vez que la persona es
diagnosticada. Nosotras intentamos no ignorar los acontecimientos
extraordinarios en la vida de las personas y así mirar y que se miren de otra
manera. Por esto tomamos con reserva las notas o informes clínicos de otros
profesionales. Sabemos que es mejor acercarse a la persona sin ideas
preconcebidas, atentos a nuevas oportunidades.
Sólo tenemos que leer con detenimiento cómo habla el DSM-IV o cualquier
informe de alta sobre un paciente. Es muy difícil encontrar algo respetuoso o
amable. No suele haber ninguna mención a algún aspecto positivo o a algo que
haga bien. Y esto también está en relación con el hecho de que a los
profesionales nos resulta difícil no colocarnos en situación de superioridad
respecto a los pacientes.
Dignidad: Sabemos que la persona
desmotivada no existe.
Es posible que no comparta nuestra motivación, pero no hay duda de que
posee la suya y es muy fuerte. Es por esto que damos muchísima importancia a
sus objetivos personales. Protegiendo en todo momento su dignidad. Sus
objetivos nos proporcionan una visión clara de la teoría de la persona y una
ruta hacia una conclusión satisfactoria.
Tranquilidad: No tenemos prisa.
Nos gusta aplicar la máxima castellana del “vísteme despacio, que tengo prisa”
(Beyebach, 2006), salvo que sean las personas quienes insistan en acelerar el
ritmo. Una tarea demasiado exigente puede llevar a las personas al fracaso y,
por consiguiente, hacerles sentir desmoralizados o incluso humillados.
El objetivo de tomarse el pulso como profesional es
resistir la ansiedad, la urgencia, el pesimismo y la sobreabundancia
de responsabilidad. Estos estados de ánimo contribuyen
a la predicción o anticipación de la
imposibilidad.
Flexibilidad: Respondemos con flexibilidad.
Usamos teorías que promueven la mejora, ayudan a las personas a conseguir
sus objetivos y proporcionan espacio para ser cuestionadas tanto por parte de
los profesionales como por parte de las personas a las que atendemos. Sabemos
que la teoría perfecta no
existe. Utilizamos aquélla que resulte más aplicable a
nuestro veterano. Nos colocamos en una posición de igualdad, intentando mostrar
un compromiso en la ayuda o alivio del malestar de las personas.
No somos policías de la realidad: No hacemos
ningún intento de negar la realidad, la tomamos como auténtica, porque sabemos
que no necesitamos ser un policía de la realidad. Nosotras no tenemos como
objetivo el revelar una realidad. Tenemos la creencia de que existen múltiples
"realidades" y múltiples significados de la misma. Y nuestras
preguntas no son herramientas para obtener información sino instrumentos para
conseguir el cambio.
"Si yo tuviese que desear algo, no desearía riquezas ni poder, sino
la pasión de la posibilidad, el ojo que en todas partes ve la posibilidad
eternamente joven, eternamente ardiente. El placer decepciona, la posibilidad
no" (Soren Kierkegaard).
Porque intentamos tener un pensamiento posible, y esto es básicamente
una forma de mirar la vida, apreciando lo que nos rodea. Es actuar con
asertividad. En el trabajo dejamos de suponer un problema tras otro para
convertirlo en una oportunidad para aprender y crecer. Nuestra narración sobre
lo que vivimos pasa a ser optimista y positiva. Contamos lo mejor y nos
centramos en hacerlo crecer. Implica salirnos del ciclo del miedo, la tristeza
y la compasión para pasar a comprender al otro desde el reconocimiento y el
amor, la valentía y la alegría. Los miedos son el enemigo de la creatividad. El
pánico paraliza.
Todos estos ingredientes van a darle seguridad dentro del sistema, una
conexión emocional y un camino hacia propósitos compartidos.
CONCLUSIÓN
Nuestro desafío como profesionales:
- Desafiar las ideas que culpabilizan a la familia.
- Oponernos a las ideas que ven a las personas como irresponsables.
- Luchar contra las ideas que desautorizan o invalidan a las personas.
Nuestra competencia como profesionales:
- Trasmitir expectativas de éxito. "Lo conseguiré".
Ilusión, esperanza, proyección al futuro.
Sensación de conseguir una meta.
Creencia en el futuro donde los problemas estén mejorados, resueltos,
con una vida más satisfactoria.
- Expectativas de control interno. "Depende de mi"
Atribuir el resultado de los logros personales a uno mismo.
Trasmitir la sensación de que las cosas dependen de uno mismo.
Creer en que la actitud propia es causa de que ocurran las cosas.
- Expectativas de autoeficacia. "Soy capaz"
Confiar en los recursos internos personales.
Mostrar sensación de capacidad y competencia atribuidos a uno mismo.
Creer que posee los recursos necesarios para múltiples facetas de sus
vidas.
Por todo esto, con los pacientes veteranos es crucial ir más allá que
las etiquetas diagnósticas, es decir, darles el beneficio de la duda. Pensemos
que detrás de cada etiqueta se esconde una invalidación y ésta cuando se hace
crónica se convierte en imposibilidad. Démosle al paciente una experiencia
competente de aceptación y fijémonos en qué puede hacer o que esta haciendo ya.
No todos los días llueve, a veces sale el sol, y el cambio en las
personas, señoras y señores, es inevitable.
Y las diapositivas de la sesión, aquí.